Según la eco-religión fundada en el s.XV por un granjero de la región del desierto del Thar, en el Rajasthan, conocido como Gurú Jambheshwar, “perder la cabeza de uno es mejor que perder un árbol”. El gurú Jambheswar nació hace más de 560 años, el mismo año en el cual nació el marino y explorador Cristóbal Colón. A diferencia de Colón, que tras numerosas circunstancias acabó tropezando con una tierra desconocida que resultaría ser un nuevo continente, Jambhoji encontró por casualidad una simple verdad que ni los mayores filósofos de aquel tiempo reconocieron. De hecho, la humanidad necesitó quinientos años para entender lo que Jambhoji aprendió y predicó.

Y eso que todo lo que él dijo era bien simple: dañar el entorno es dañarse a uno mismo. Durante siglos, los Bishnois han sido entusiastas defensores y preservadores de las plantas y los animales. La tribu Bishnoi concentrada en el estado occidental indio de Rajasthan, ha hecho, a lo largo de los siglos de una mezcla única de sentido ecológico y sensibilidad religiosa la piedra angular de su fe.

El Bishnoi es una casta dentro del sistema hindú de castas, son vegetarianos estrictos y no matan criaturas vivas porque la naturaleza es santa para ellos. La filosofía básica de esta religión es que todos los seres vivos tienen derecho a sobrevivir y a compartir todos los recursos. De hecho la palabra “bishnoi” significa textualmente veintinueve, que son los principios relativos a la higiene personal, la salud básica, el comportamiento social, la adoración de Dios, diversidad biológica y las correctas prácticas en la agricultura que tras una larga sequía formuló el Guru Jambheshwar. Los veintinueve principios no sólo fueron hechos para conservar la diversidad biológica sino que su cumplimiento asegura una vida sana, ecológica y social de la comunidad. Los Bishnois adoran a un Dios hindú, Lord Vishnu, pero al mismo tiempo, los muertos se entierran como los musulmanes con la idea de devolver las sustancias nutritivas al suelo, devolviendo el cuerpo a los elementos.

Otras interpretaciones sin embargo dicen que esta práctica era para evitar que se talaran árboles para quemar a los muertos. Ambas están en la línea de los preceptos de Jambhoji. Y es que uno de ellos prohíbe la tala de árboles verdes, y esto se llevó a sus máximas consecuencias hace dos siglos cuando al menos 364 Bishnois murieron tratando de proteger los árboles de Khrejarli. “Hace aproximadamente 200 años, el majarajá de Jodhpur ordenó talar el bosque para construir un nuevo palacio. Cuando los hombres del majarajá vinieron a talarlos los Bishnoi de los pueblos circundantes protestaron: Moriremos, pero no permitiremos que talen los árboles“ y así fue, no se trata de una leyenda. Todavía recuerdan esto como el gran sacrificio de Khejarli. Un árbol en la tierra Bishnoi no es cortado antes de que muera. Sólo después de esto su madera podrá ser usada para otros fines. Sin embargo, dos siglos después contra la modernización, es más difícil de combatir. Por muy leales que quieran permanecer a sus ideales, contra esto son claramente perdedores. De hecho, el modo de vida de los Bishnois está bajo amenaza pues cientos de pequeñas empresas textiles de la ciudad de Jodhpur han contaminado el Río Loni, que es esencial para mantener el bosque sagrado de Khejarli verde y permitir a los animales salvajes que son principales en las creencias de Bishnois pastar. Ya nada crece allí, la tierra está muerta y seca.

Además los aldeanos están en el conflicto con los cazadores furtivos. Ellos viven en una proximidad muy cercana con animales como el ciervo, los antílopes o los pavos reales que campan a sus anchas por sus poblados. Si los cazadores matan a la madre de un cervato, es cuidado por mujeres Bishnoi, que incluso los amamantarán como a un hijo más. La caza furtiva está cada vez más extendida.

Así es como una pequeña comunidad que se extiende sobre los estados de noroeste de India, incluyendo Gujarat, Haryana, Madhya Pradesh, Uttar Pradesh además de Rajasthan, ha contribuido más a la naturaleza y la protección de fauna que el país entero reunido. Ellos han aprendido, con el tiempo y dificultades, como nutrir la naturaleza y crecen con ella en vez de explotarla, viviendo en armonía y protegiendo plantas, árboles y animales consiguiendo todo lo necesario para su sustento pero tomando tan sólo lo que necesitan. Sin embargo, ironías de la vida, los Bishnois tienen un futuro muy incierto.

Cada vez más, la región sufre de larguísimas sequías quedevastan cultivos y causan las muertes generalizadas del ganado y la fauna silvestre. Con los pozos secándose y la gente muriendo de hambre, las comunidades se han visto obligados a depender de la ayuda de las organizaciones de asistencia social y el gobierno para sobrevivir. Hoy en día, las poblaciones de mayor tamaño y los límites más definidos de propiedad privada están ejerciendo presión sobre los habitantes del desierto de Rajasthan.

 

 


 

Ana Morales

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