Chiang Mai fue la primera ciudad-estado del sudeste asiático, junto con Sukhotai  en dejar atrás el dominio mon y jemer y pasar a una nueva era gobernada por el pueblo thai. “La perla del norte” es la ciudad más grande e interesante de todo el norte de Tailandia y la segunda ciudad en población del país. Está a unos 700 kilómetros de Bangkok rodeada por naturaleza y situada entre las montañas más altas del país a orillas del río Ping, afluente del río Chao Phraya que pasa por Bangkok. Chiang Mai significa “ciudad nueva” y tiene este nombre porque en 1296 sucedió a Chiang Rai como capital del reino Lanna.

La “Tierra del millón de arrozales” es el punto clave desde el que establecerse para realizar actividades en la naturaleza, conocer las diversas etnias del país o visitar otras poblaciones de interés del norte como Chiang Rai, Mae Hon Son o el emblemático Triángulo de Oro, donde el Mekong hace de frontera natural entre Tailandia, Birmania y Laos, y del que ya hablaré en una próxima entrada, pero sin duda la ciudad que abarca cultura, naturaleza y diversión es Chiang Mai.

Chiang Mai es una ciudad mediana, con una atmósfera histórica pero moderna y agradable y con sabor internacional.  Chiang Mai inició su desarrollo turístico más tarde que el resto del país y hoy en día es un destino consolidado por sí mismo, lo cual, como todo tiene su cara y su cruz, con mucho que ofrecer al visitante: comida, diversidad de alojamientos y compras de primera calidad y un clima que al estar rodeada por las montañas más altas del país hacen que las noches sean más benignas que en el sur de Tailandia. Es ideal para pasearla  o para recorrerla fácil y económicamente en tuc tuc. Su ciudad antigua está rodeada por murallas que la envuelven en un cuadrilátero de 1 km de lado, alrededor de la cual discurre un foso de unos veinte metros de anchura. El acceso a la ciudad antigua se hace a través de cinco puertas de nombres tan evocadores como Puerta del Elefante Blanco o Puerta del Jardín de las Especias. Dentro de este recinto agradablemente arbolado y con aire bohemio es fácil toparse con una visible comunidad de jóvenes de cualquier parte del mundo en año sabático que han hecho suyo este tranquilo lugar. Hay más de cien templos, muchos de ellos de gran antigüedad que comparten el espacio con casas unifamiliares tradicionales, en cuyos patios se atisban las más cotidianas labores domésticas y las ropas se secan al sol.

De entre la multitud de templos es de justicia destacar el complejo de templos del Wat Chedi Luang, del s.XIV con su gigantesco eucalipto que dicen es el protector de la ciudad pues según una leyenda, si el árbol cae, esto significará que una gran catástrofe asolará la ciudad. Por ello hay que mantenerlo vivo y fuerte y dada la pujanza indiscutible de Chiang Mai y la frondosidad del árbol no parece que esto vaya a ocurrir en un futuro próximo. El impresionante templo cobijó al venerado Buda Esmeralda desde 1468, cuando finalmente fue trasladado a Chiang Mai desde Lampang. En uno de los nichos orientales descansaba el reverenciado Wat Phra Kaew o Buda Esmeralda que actualmente podemos ver en el recinto del Palacio Real de Bangkok. El Wat Chiang Man, en la esquina nordeste, es el templo más antiguo de la ciudad. Data de 1296 y llama la atención por sus robustas columnas de teca y por contener el Buda de cristal, uno de los tesoros-reliquias del país. Otro templo que merece la pena visitar es el Wat Phra Singh, de arquitectura Lanna del s.XIV, que custodia la imagen del mismo nombre de Buda, idéntica a la que podemos ver en Bangkok.

Es por esta profusión de edificios religiosos y porque el budismo es la religión de cerca del noventa por ciento de los tailandeses que hay una notable presencia de monjes y novicios en la zona. Con sus túnicas y chanclas playeras, cada amanecer recorren a pie la zona con sus cuencos de limosnas para proveerse del sustento necesario, algunos apenas son niños. Al igual que en el resto de países budistas del entorno no parece que pasen ninguna penuria a pesar de depender de la caridad…pero a mí personalmente no dejó de chocarme el hecho de que lo mismo los veías con una videocámara que con un teléfono móvil “¿?”, o manejando algún que otro objeto de diseño, cosa que parecía estar fuera de contexto, tanto por la antigüedad del lugar como porque no parece casar bien con la idea de renuncia a lo material que promulga el budismo. Supongo que en esto cada uno podrá tener una idea distinta.

Sin_título-65-EditarPero sin duda, el templo más famoso de Chiang Mai no se encuentra dentro de los límites de la ciudad antigua, sino en lo alto del monte Suthep. Este se divisa desde cualquier punto de la ciudad pues el sol se refleja en su pagoda dorada. Acceder hoy es sencillo a través de una serpenteante carretera de montaña que según pudimos saber fue construida por voluntarios, ya que antes el acceso desde la ciudad tomaba 5 horas. Cada pueblo quiso contribuir en la construcción de la misma y llegaron gentes de remotas poblaciones y de las tribus de las montañas a aportar su grano de arena. Finalmente fueron once kilómetros fraguados con medios muy rudimentarios que desde 1935 permiten el acceso al templo en coche. El Doi Suthep es conocido como el templo de templos en Tailandia y está dentro del parque nacional del mismo nombre. El porqué se eligió este emplazamiento es explicado con una leyenda que dice que fue construido en 1386 bajo unas circunstancias cuanto menos “milagrosas” para custodiar unas reliquias que Buda que se trasladaron desde Sukhotai a lomos de un elefante blanco, que fue el que eligió el emplazamiento. Dicen las crónicas que el animal se dirigió a las montañas y se detuvo a medio camino en lo que hoy llaman Doi Chang Norn y finalmente se paró en lo alto de la cima donde “trompeteó tres veces, dio tres vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj, y, finalmente se arrodilló y cayó muerto”, siendo este lugar donde la reliquia fue enterrada y el templo construído. Para llegar al templo se han de subir 290 escalones, con las características figuras de nagas o serpientes mitológicas que custodian la entrada al templo y cuyo cuerpo escamoso y ondulante desciende por los pasamanos de la escalera, pero si uno no está haciendo penitencia también se puede subir en ascensor y ahorrarse el sufrimiento.

Todo aquí está impecable, uno se refleja en los relucientes suelos de mármol como en un espejo. El complejo es magnífico y alberga multitud de estatuas de Buda alrededor de los cuales arden las ofrendas de incienso y la gente dice sus oraciones o enciende velas. Parasoles dorados rodean la pagoda o chedi, hay muros decorados con suntuosos murales, túnicas azafrán y amarillas revoloteando por doquier, multitud de turistas cámara en mano, el sonido de pequeñas campanillas movidas por el aire y, por supuesto las vistas de Chiang Mai envuelta por la neblina del valle…

Respecto al ocio, Chiang Mai es una ciudad ambientada, y, sin lugar a dudas parece revivir por la noche. El mercado nocturno en torno al foso es un lugar estupendo para relajarse y comer porque hay multitud de tenderetes de comida.

Respecto a las actividades que podemos disfrutar en esta zona del país, decir que podremos visitar un zoológico de tigres, echarnos una pitón de varios metros al cuello o pasar el día en un campo de entrenamiento de elefantes, aunque ojo, os recomiendo que os informeis antes de a cual ir porque en la mayoría de ellos las condiciones de vida y de adiestramiento de estos bellos animales son horribles. Podéis cosultar con la fundación Elephant Asia Rescue and Survival Foundation, donde se publica una guía de santuarios recomendados en Asia. Gracias a este tipo de campamentos la población se ha visto incrementada en los últimos veinte años y tienen una vida mejor.  Hay ejemplares de tres o cinco años y otros de treinta, aunque lo mejor es que viven tanto como los humanos, pudiendo alcanzar los ochenta años.

En Tailandia la sociedad los venera. El elefante es un potente símbolo del país, y hasta 1917 aparecía en la propia bandera un elefante blanco. Obviamente también son una atracción turística que gracias a estos santuarios les permite mantenerlos, recuperarlos y en algunos casos curarlos. Resultan  tiernos viéndoles esforzarse con la envergadura que tienen para entretener a un público que en su mayoría está formado por familias con niños.  Habrá quien sea detractor de esta actividad pero lo cierto es que una vez allí no me pareció mal. Que cada cual obre según su conciencia.

Desde aquí también se puede visitar una granja dedicada al cultivo de orquídeas, (sin lugar a dudas la flor nacional) comer en medio de un vergel de plantas y flores y aprender algo de su cultivo. Es un proceso largo y complicado. (Ahora sé porque a mí se me mueren). Sólo apuntar que si visitáis la ciudad en la primera semana de febrero tendréis la oportunidad de ver una estupenda exposición floral en torno al canal con motivo de La fiesta de las flores. Durante el día pudimos comprobar que efectivamente se trataba de todo un acontecimiento, en el que desfilaban ornamentadas carrozas recubiertas con arreglos florales y bellas jóvenes tailandesas envueltas en seda que saludaban desde lo alto de cada carroza.

Otro de los atractivos de esta zona del país es la visita a alguna de las tribus que habitan en las montañas. No nos engañemos, al menos no demasiado, reciben tantos turistas que es difícil dirimir qué es real y qué es una pantomima de color, pero igualmente creo que merece la pena realizar alguna travesía por las montañas que la rodean, a pie o en elefante, para visitar alguna tribu nativa, como los Akha, los Hmong, Karen o Lisu, aunque si finalmente no lo hacemos, seguro que tendremos la oportunidad de ver a algunos de sus miembros en el mercado nocturno de Chiang Mai.

 

 


 

Ana Morales

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