Ouled Nail Girl | Lehnert & Landrock | Wikimedia

La primera vez que mis ojos la contemplaron fue en un viaje a Egipto, allá por 2009. Caminando sin rumbo por el caótico centro de El Cairo, nos llamó la atención una antigua librería y galería de arte de la Calle Sherif, uno de esos establecimientos con solera, de los de estantes abarrotados y campanilla en la puerta para avisar al tendero de la entrada de clientes. Esta sonó tintineante a nuestro paso y en el interior pudimos comprobar que además de libros en distintos idiomas, entre otros muchos artículos se vendían láminas antiguas y postales en sepia y en blanco y negro.

Me encanta la fotografía. Estas, que estaban enmarcadas y colgadas en la pared también estaban a la venta. Precintadas con una especie de celofán, las láminas reflejaban en su mayoría instantes de la vida cotidiana en distintos países de oriente próximo y del norte de África de los siglos XIX y XX;  grupos de mujeres haciendo tareas del hogar, escenas de mercados, desnudos, retratos…etc, muchas de ellas formaban parte de una serie y se advertía que habían sido claramente tomadas en Egipto. Entre todas ellas, una atrajo poderosamente mi atención, era el retrato de una joven mujer bereber con un singular tatuaje entre los ojos y con un llamativo tocado étnico de monedas de plata. Una extraña belleza de ojos negros, con una mirada fija, desafiante, y orgullosa, difícil de descifrar. Una enigmática mirada que parecía mirarme a mí. Por otro lado, sus labios cerrados acrecentaban aún más su hermetismo pues apenas hacían sospechar una sonrisa…

No puedo imaginar cuan exótica debió de parecer a los europeos o americanos del pasado siglo cuando esta y otras decenas de imágenes del misterioso oriente similares se publicaban en el National Geographic y se vendían en colecciones de kiosko. Cómo debió de alimentar la imaginación de ese oriente desconocido, mágico y evocador de cuentos de las mil y una noches.

Desde entonces, curiosamente he vuelto a ver esta imagen en otros países, la última vez en Marruecos, estampada en camisetas y cojines (sí, cojines) de diseño y, finalmente he podido saber más tanto del autor como de otros muchos autores a los que se califica como “orientalistas”. En concreto, esta imagen es del fotógrafo Rudolf Franz Lehnert y se llama “Ouled Naïl Girl” tomada en la región de Ouled Naïl en Argelia en 1905.

Lehnert fue un fotógrafo húngaro cautivado por el encanto del norte de África, a donde volvía una y otra vez. Se hizo muy popular por sus fotos artísticas y eróticas. La tienda en El Cairo donde vi por primera vez esta y otras imágenes resulta que tiene más de cien años y hoy día está gestionada por el nieto de Lehnert, quien en 1924 y asociado con Landrock, un contable suizo, establecieron un negocio para la reproducción de postales, vendiendo a mayoristas y otros publicadores en toda Europa. Trabajaron juntos hasta 1930. Después Lehnert regresó a Túnez donde murió en 1948.

No sólo esta imagen, muchas otras me llamaron la atención y me hicieron indagar sobre los bereberes, ese pueblo que era llamado barbr por los árabes, aunque a ellos les guste más ser conocidos como Imazighen, (plural de Amazigh) que significa “hombres libres”. Los griegos conocían a los bereberes como libios, los egipcios como mashauash, (nombre de una tribu bereber cercana a sus tierras), y los romanos los llamaban numidios o mauritanos. Para los europeos del medievo eran moros o mauros, nombre que aplicaban a todos los musulmanes del norte de África. Su idioma de raíces afro-asiáticas es el Zamazight, una lengua tan antigua que ni siquiera se puede datar y que hablan desde los tuareg del norte de Mali y Níger hasta los pobladores del norte de Marruecos y Argelia, aunque con diferencias fonéticas leves. Los amazighoparlantes  suman unos 60  millones de personas, incluidos los Tuaregs, entre un 30% a 40% de la población que conocemos como magrebí. Los amazighs son los originarios pobladores del norte de África, un conjunto de tribus milenarias originarias del Magreb (también poblaron hasta el siglo XV las Islas Canarias). Reliquia del mundo preislámico, esta etnia se haya dispersa por diversas regiones del norte de África, aunque la mayoría de la población bereber se distribuye hoy día entre Argelia (Kabilia), la zona norte de Marruecos (Rif) y el alto Atlas.

Muchos de los habitantes del extenso territorio al que llamamos ‘mundo árabe’, (22 países) pertenecen a la etnia bereber y luchan para no perder su identidad, su lengua y sus tradiciones. Y es que los bereberes no son originariamente musulmanes. Algunos procesan la religión del islam, otros son cristianos, otros judíos, pero la mayoría son simplemente laicos.  La cultura amazigh a diferencia de la cultura islámica, es un matriarcado. Muchos de ellos denuncian el continuo esfuerzo por parte de los estados árabes de islamizarlos, prohibiendo la enseñanza de la cultura y lengua amazigh en las escuelas.

En las bellas aldeas del Alto Atlas se halla una  de las regiones donde mejor se conserva esta cultura en Marruecos. Colgadas de sus laderas, Imichil, Tasselt, Tichki o Aït Ali, a un par de horas de Marrakech, nos permitirán hacer un viaje en el tiempo y acercarnos a conocer más sobre esta cultura matriarcal.

En Marrakech, la inmersión en la cultura bereber está garantizada en la Maison Tiskiwin, a través de la colección del antropólogo holandés Bert Flint, un museo de la Cultura Trans-sahariana que permite explorar las conexiones de los bereberes con el resto del norte de África. Además el museo de arte islámico del Jardín Majorelle, ha sido sustituido por el Museo Bereber.  Con un espacio de 200 m2, el museo exhibe más de 600 objetos en un ambiente que te sumerge en la cultura  Bereber en Marruecos.

Fuentes:
www.melillatamazight.es
en.wikipedia.org/wiki/Rudolf_Franz_Lehnert