Justo antes de que el Estrecho del Bósforo alcance su máxima anchura entre orillas antes de abrirse al Mar Negro para mezclar con él sus aguas, existe una pequeña aldea de pescadores en la orilla asiática llamada Anadolu Kavagi.

Si decidiste hacer un crucero por el Bósforo y elegiste hacer el de medio día de duración, en este punto ya te habrás llenado los pulmones de brisa marina, deleitado con las bellas mansiones históricas que jalonan sus orillas, habrás abierto la boca al pasar bajo los dos enormes puentes que conectan los dos continentes a distintas alturas, contemplado las dos fortalezas otomanas, sus palacios, y otros muchos vecindarios en ambas orillas antes de recalar aquí, el punto y final del viaje: Anadolu Kavagi.

A 30 kilómetros de Eminönü, y tras hora y media de relajada navegación llegaremos al límite de “la ciudad sin límites”, para asomarnos brevemente al inmenso Mar Negro. Según la leyenda, fue aquí donde Jason y los argonautas vinieron a buscar el vellocino de oro. El poema épico de Apolonio de Rodas escrito hace más de 2.300 años explicaba los riesgos de atravesar el paso de las Rocas Ciáneas, “allí en el lugar en que se estrechan las aguas del mar”. Nadie podía atravesarlas con vida pues las embarcaciones eran aplastadas por ellas “continuamente van al encuentro la una de la otra chocando entre sí”. Estas rocas sanguinarias del poema son los dos acantilados que tendremos frente a nosotros,  cuyas orillas desde 2017 se han visto unidas por un nuevo y mastodóntico puente, el Yavuz Selim, el tercero de los puentes del Bósforo justo antes del Mar Negro.

Anadolu Kavagi vive a un ritmo y a una escala que nada tiene que ver con la de la gran urbe a la que pertenece. Su importancia estratégica es clara, ya que tiene unas vistas superlativas tanto del Bósforo como del Mar Negro, y por ello una parte de su territorio  es zona militar. La población autóctona es de unos pocos cientos de habitantes, (hasta dos mil si damos crédito a la Wikipedia), contemplando al personal militar.
En mi opinión Anadolu Kavagi es de las aldeas más bonitas del Bósforo, aunque los pequeños puestos de pescado del puerto se han ido reconvirtiendo en restaurantes «turísticos» y esto claramente le resta encanto.

La mayoría de los fugaces visitantes, por desconocimiento o por falta de interés no se suele alejar del pequeño muelle, quedándose a comer en los restaurantes que hay junto a él. Pero lo más interesante no está aquí, por favor, huid. Os recomiendo que si habéis llegado hasta aquí subáis hasta la fortaleza de Yoros, a unos treinta minutos caminando en continuo ascenso desde el muelle, y que hagáis un picnic allí. Esta fortaleza (que no se puede visitar por dentro) se encuentra en lo más alto, pero no os arrepentiréis de hacer hecho un poco de ejercicio. La recompensa son unas vistas preciosas, pues el castillo se encuentra en una colina rodeada de escarpados acantilados con vistas al Bósforo y al Mar Negro. Por un lado el Mar Negro, tan inmenso y salvaje, al otro el Bósforo, el canal de comunicación vital para Estambul. Si no sois de picnic, tendréis algún restaurante donde podréis comer muy a gusto disfrutando de las mismas.

 

Breves pinceladas de historia

Fenicios y griegos fueron los primeros en establecerse en este lugar por motivos obvios, y los restos de dos templos, el “Altar de los Doce Dioses” y el “Zeus Ourios” (Zeus, celador de vientos benignos) que datan de siglos antes de Cristo fueron localizados en la zona. Sin embargo, a menudo también se refieren a la fortaleza como el Castillo genovés, aunque en realidad la construyeran los bizantinos de la dinastía de los Paleólogos. Los genoveses simplemente lo repararon y ampliaron cuando lo tomaron en 1414. Se dice que estos la usaban para el tráfico de esclavos. Un negocio rentable, los genoveses enviaban esclavos eurasiáticos desde Crimea hasta el Mediterráneo, donde los príncipes del Renacimiento los adquirían. Cuando este comercio empezó a decaer, los egipcios tomaron el control de este comercio y lo usaron para construir el imperio mameluco.

También se dice que una enorme cadena de hierro se extendía entre Anadolu Kavagi y la orilla opuesta, Rumeli Kavagi, donde existía una fortificación gemela, para cerrar la entrada al estrecho y proteger la ciudad, similar a la cadena que existía en del Cuerno de Oro y que se utilizó para defender Constantinopla durante el último asalto otomano por el sultán Mehmed II. La podéis ver en el Museo arqueológico de la ciudad.

 

Cuando ir

Las familias locales suben hasta aquí con el buen tiempo y hacen picnic al cobijo de la deliciosa sombra de los pinos. Juegan al ajedrez, echan la siesta, algunos incluso se traen el samovar de casa y hacen largas sobremesas de té.

Mi consejo, no hagáis el crucero durante el fin de semana, mucho mejor entre semana, habrá menos gente. Esta excursión merece la pena hacerla principalmente en primavera y en las primeras semanas de verano, en verano hace demasiado calor y el invierno en esta parte del estrecho es gélido y ventoso, por ello ni si quiera el crucero tiene ni el mismo horario ni la frecuencia que en el resto del año. En primavera, no obstante, es un lugar encantador que recuerda mucho a cualquier pueblecito del mediterráneo de Grecia, o Croacia. Las casas de madera junto al muelle, de verjas herrumbrosas y algo desvencijadas, supervivientes de la lucha contra los vientos que las azotan desde el canal parecen invitarnos a colarnos en sus enmarañados jardines y reposar. Las hiedras y buganvillas multicolores suben por las fachadas despintadas. Los gatos dormitan al sol y las señoras airean la ropa antes de extenderla al sol.

La fachada marítima es muy pintoresca pues las casas suelen tener su amarre para los botes y barcas de pesca en la planta baja, que literalmente está sobre el mar. El balcón sobresale en voladizo. Se puede ver a los pescadores trabajando fuera de sus viviendas, remendando redes, pintando sus botes, una vida sencilla que sólo se ve interrumpida por la llegada del ferry bien sea el de línea o el del crucero. En verano, además se puede nadar, estas aguas son transparentes y con bandera azul. Si giráis a la derecha fuera del muelle, es posible nadar en frente de las casas, aunque no esperéis una zona acondicionada para ello.

Probablemente esto sea lo más cerca que se puede estar del auténtico Bósforo, ese de las nostálgicas pinturas y acuarelas, como debió haber sido en el siglo XIX. Las muchas atracciones de la Península histórica y las distracciones de la Nueva ciudad suponen que muy pocos visitantes se aventuran por él hacia Asia, todo lo más a Üskudar o a Kadıköy. No ayuda el que las estancias en la ciudad siempre serán insuficientes para conocer aunque sea muy brevemente, todos sus encantos. Pero la costa asiática es otro mundo realmente, y si se dispone del tiempo, merece la pena dedicarle al menos un día.

 

Cómo llegar

En barco desde Eminönü (Crucero del Bósforo), o en autobús / taxi desde Beykoz.
La compañía  «Şehir Hatları» mantiene conexión por ferry desde Üsküdar. También  entre Sarıyer y Rumeli Kavağı en el lado Europeo del Bósforo, y entre Sariyer y Anadolu Kavağı varias veces al día.

 

 


 

Ana Morales

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