Ronda es una población de la serranía de Málaga con un paTajo de Rondasado glorioso y lleno de historia, famosa por sus casas solariegas y palacetes señoriales, pero sobre todo, por su particularísima geografía urbana. La ciudad se alza sobre el famoso Tajo de Ronda, una garganta de casi cien metros de profundidad excavada por el río Guadalevín que divide a la ciudad en dos. Esta es la imagen más conocida de la ciudad, el impresionante Puente Nuevo cuyo recorrido permite unir los dos barrios más importantes de Ronda: la Ciudad (de origen árabe) y el Mercadillo. Desde él podemos contemplar  las antiguas Casas Colgantes que se asoman a las dos orillas del gran desfiladero y otean desde sus jardines los campos que rodean la ciudad y las serpenteantes profundidades por donde discurre el Guadalevín.

No pretendo en ningún modo enumerar ni tan si quiera esbozar un breve recorrido por Ronda, pues tiene mucho que ofrecer.  Quiero hablar de un lugar muy especial de la ciudad, El Palacio del Rey Moro, de la cual conocía poco más que el nombre. La última vez que estuve en Ronda fue hace trece años, y aunque ahora hay algunas partes visitables del mismo, el palacio había estado cerrado durante treinta años. Espero poder despertar la curiosidad en aquellos que aún la tienen por descubrir.

Tajo de Ronda 2Los precedentes históricos más antiguos de esta construcción hablan de una mina de origen árabe, sobre la que debía de haber existido una construcción de época medieval. Las leyendas sitúan su construcción en la época del rey de Ronda Abomelic, periodo durante el cual esta mina surtía de agua a la ciudad. Se le sigue el rastro de sucesivos propietarios desde 1709 hasta que tras herencias y ventas llega a las manos de uno de los propietarios que más hicieron por la casa, Trinidad Scholtz, duquesa de Parcent. Ella le da a la casa su fisionomía definitiva. El Palacio del Rey Moro son varios edificios del siglo XVIII, que fueron unificados a comienzos del siglo XX. El edificio está en malísimas condiciones por no decir en abandono, sus jardines, prácticamente lo único junto con el pozo de la mina que se puede visitar, fueron diseñados por el paisajista francés Forestier, que quizás no muchos lo sabrán pero fue el artífice de entre otros, los jardines de Versalles o en España, de los jardines de María Luisa o de Montjuic entre otros.

Forestier ideó una suerte de jardines colgantes aprovechando el irregular terreno que cuelga sobre el cauce del río Guadalevín, creando un jardín de evocación andalusí. El proyecto original de los jardines del Rey Moro se conserva hoy en todos sus detalles. De ellos he encontrado la siguiente descripción de Manuel Mateo Pérez que quiero compartir con vosotros: “…los jardines se hallan adosados a la fachada meridional de la casa, siguiendo la cuesta de Santo Domingo, y limitada en el otro frente por el profundo corte del Tajo. Para su construcción se hizo necesario el relleno del terreno, conformando una extensión de unos 200 m2, estructurada en tres terrazas. En la zona más elevada se construyó un depósito de agua, para que fuera descendiendo por su propio peso por los estanques, surtidores, y para el riego de las plantas. En la zona más baja se construyó una amplia cisterna para servir de reserva en épocas de sequía.

Los jardines parecen inspirarse en los cármenes granadinos, por su disposición en terrazas, el uso de elementos derivados de la jardinería andalusí y por el juego de las perspectivas internas y externas. La excelente ubicación de los jardines junto al Tajo de Ronda es uno de los componentes estéticos más importantes del jardín”

En Ronda, Forestier incorporó el dramático paisaje natural al diseño del jardín estableciendo un conjunto de vistas al Tajo y las montañas que lo hacen único entre el resto de los jardines que diseñó. Efectivamente, no hay que olvidarse de su privilegiada ubicación con excelentes vistas de los monumentos que los rodean: la Puerta de Felipe V, el Palacio de Salvatierra, la Iglesia del Padre Jesús con la fuente de los ocho caños, el puente viejo y los Baños Árabes de Ronda.

“…en la primera terraza hay una fuente baja de cerámica con surtidor, del que mana el agua que luego va descendiendo a las siguientes terrazas. Unas escaleras conducen a la segunda terraza, por cuyo centro transcurre el canal, que divide en dos zonas iguales el jardín y que conduce el agua hasta la tercera terraza, a la se desciende por una escalinata semicircular, que rodea el estanque allí situado. La vegetación está formada por plantas traídas de Francia y de Bélgica, con otras de origen mediterráneo andaluz, como los emparrados, los rosales, glicinias, setos de boj, naranjos, mimosas, cipreses, palmeras, adelfas y mirtos. Existe un gran número de plantas olorosas, especialmente rosales, que adquieren un gran protagonismo, la trepadora Wisteria sinensis, los geranios, así como una gran número de macetas de barro, que posibilitan la transformación y los cambios estacionales. Los árboles son principalmente de carácter ornamental: naranjos, acacias, palmeras y pinos, que le otorgan al jardín un aspecto mediterráneo”

Admirando el conjunto desde los jardines de Cuenca, (al otro lado del Tajo) uno deja su imaginación volar. Semi escondida por la vegetación salvaje que la rodea se pueden identificar algunas de las terrazas que forman parte de los jardines. Y dos altas torres de piedra rojiza con tejas de cerámica verde. No cuesta nada trasladarse a una Ronda árabe cargada de leyendas y misterios. Quería saberlo todo de este lugar que tan profunda impresión me había dejado, un lugar en el que dicen las crónicas el rey Abomelic fue feliz disfrutando del rumor del agua de sus fuentes y la brisa de las horas crepusculares en este jardín de las delicias.

He dicho antes que en la casa se puede visitar una especie de aljibes conocidos como la “Mina de agua” que datan de cuando Ronda era uno de los bastiones inexpugnables de los musulmanes. Por aquel entonces (S. XIV) el rey castellano Alfonso XI tenía en jaque constante al reino nazarí de Granada. Los granadinos pidieron ayuda al rey de Fez Yusuf Abu Jacub cuyo hijo Abdul-Malik, llamado por los cristianos Abomelic, desembarcó con un ejército de infantería de más de 7.000 jinetes en Algeciras derrotando a los castellanos.

Tras esta victoria Abomelic se proclamó rey de Ronda y construyó en la ciudad no solo nuevos palacios y mezquitas sino que además la dotó de una obra de ingeniería única, cuyo objetivo era subir agua desde el río hasta la población salvando la altura del conocido Tajo de Ronda. Para ello, Abomelic mandó diseñar una de las más memorables obras de la antigüedad en España. Ciento noventa y cuatro escalones separan su entrada de las orillas del río Guadalevín. En la sala conocida como Sala del Manantial se sospecha que debió haber un pozo hoy cubierto, desde el que se extraía agua mediante una noria. Una cadena humana de esclavos cristianos apresados en la guerra bajaba y subía el agua a la ciudad con los zaques o envases de pellejos. Este lugar declarada Bien de Interés Cultural en el año 1943.

Dicen que Michelle Obama quedó fascinada por la ciudad, pudiendo entrar en el Palacio del Rey Moro con su actual propietario, pasear por los jardines de Forestier y bajar los ciento noventa y cuatro escalones de la mina.

Creo que este lugar cargado de leyendas es uno de los secretos mejor guardados de esta romántica ciudad serrana, pero, no el único.

 

 


 

Ana Morales

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