Jacques Majorelle pintando | Wikimedia

Los jardines de Majorelle, en la ciudad imperial de Marrakech son una de las visitas más agradables que se pueden hacer en la ciudad roja. Sobre todo si ya llevamos algunos días sumergidos en su caos, deambulando por cada uno de los recovecos y callejones laberínticos de su Medina, visitando los zocos o zambulléndonos entre las multitudes. Es ideal para aminorar el ritmo, buscar solaz y recargar nuestras energías. Los jardines se ubican en una de las zonas más exclusivas de la ciudad: Gueliz, dentro del distrito de Hivernage, y para llegar a ellos caminaremos por amplias e impolutas avenidas llenas de jardines y hoteles que parecen un mundo a años luz del otro Marrakech del que venimos, ese más cercano a las mil y una noches que nos transporta en el tiempo y nos bombardea constantemente los sentidos.

Traspasar su puerta es adentrarnos en un mundo de matices de luz y color, un vergel que sorprende sin duda por lo inesperado.
El jardín Majorelle es lo más parecido a un oasis, azul y puro en esta ciudad con alma de adobe rojo que es Marrakech. Estos jardines, antes conocidos como los jardines Bou Saf fueron diseñados por un artista francés en la época del protectorado, Jaques Majorelle, el cual llegó a Marrakech en 1917 invitado por el general Lyautey, amigo de su familia, para como tantos otros europeos de la época, recuperarse de sus problemas de salud en un clima más seco y cálido.

Pintura de Jacques Majorelle | Wikimedia

Durante algún tiempo, la ciudad fue su punto de partida para numerosas excursiones por África, antes de mudarse aquí definitivamente en 1919 con su esposa. Jaques se enamoró de la ciudad, de la luz, los colores, y su modo de vida, que se convirtió en motivo de inspiración constante para él. Sus lienzos son retazos de este Marrakech que lo fascinaba. La pareja primero vivió en una pequeña casa dentro de la medina, no lejos de la plaza Djemaa el Fna, y luego en el palacio del Pasha Ben Daoud. Más adelante, en 1923 Jacques adquiriría una finca de palmeras donde construiría su casa y su taller, en torno al cual proyectaría lo que hoy conocemos como jardines de Majorelle. A lo largo de casi cuarenta años, aquel fértil palmeral fue integrando, en perfecta armonía, plantas de todo el mundo hasta convertirse en un tesoro botánico a pocos kilómetros del más voraz de los desiertos.

Marroc_II_2012_0785Estos jardines, no muy extensos para ser un jardín botánico, con sólo tres hectáreas de terreno se fueron poblando con especies exóticas traídas de sus viajes por el mundo : cactus, yucas, nenúfares, nympheas, jazmines, buganvillas multicolores, palmeras, cocoteros, capuchinas y geranios, bananeros, bambús, así como de más de quince especies de aves, todo ello adornado con estanques cubiertos de lirios de agua, fuentes, pérgolas y cerámicas. Esta sería, sin duda, su obra más reconocible y eterna y creo que todos los que lo visitamos somos atrapados por ella. Pues todos los detalles y rincones del jardín parecen un extenso lienzo vivo.

Marroc_II_2012_0791De hecho, el jardín Majorelle y sus edificios se embellecen mediante una tonalidad intensa de azul cobalto que ideo el propio artista y que está omnipresente en todo el jardín, me refiero al azul Majorelle. Cuando en 1937 Majorelle crea su color, un azul intenso, purpúreo y muy saturado, pinta con este color las paredes de su taller. Le gustó tanto el contraste de su color con el verde de la vegetación que también pinta de azul la pérgola, las tinajas y los cuencos que adornan las tres hectáreas de jardín botánico. Así, cuando el jardín fue abierto al público, el azul Majorelle lo había invadido todo, convirtiéndose, para siempre, en la seña de identidad más sobresaliente del jardín. Este azul funciona realmente bien con el clima, las plantas y las solerías, y con el resto de fuertes colores que se encuentran en cada rincón del jardín. Quizás no debiera sorprendernos ya que fue creado por un pintor.

Marroc_II_2012_0853Los jardines se abrieron al público en 1947 y tras una época de esplendor comenzó a sufrir un gran deterioro, pues Jacques fue víctima de un grave accidente de coche en 1955. Numerosas operaciones y la amputación de su pierna izquierda agravaron su situación financiera hasta el punto de que en 1961 se vio forzado a vender su parte del jardín y la villa-estudio. Después de un segundo accidente unos meses más tarde, Jacques Majorelle fue evacuado a Francia, donde murió en París en octubre de 1962, sin ni siquiera poder despedirse de la ciudad donde había pasado los mejores momentos de su vida personal y artística.

Marroc_II_2012_0806Y así los jardines fueron cayendo en el olvido… hasta que allá por los primeros años ochenta Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, que eran admiradores de la obra de Majorelle decidieron adquirirlo y restaurarlo. Más tarde fueron donados a la ciudad. En 2001 instituyeron una fundación para asegurar su mantenimiento y conservación y hoy además en lo que fue el taller del artista es la sede del Museo de Arte Islámico de Marrakech.

 


 

Ana Morales

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