Chiang Rai está situada a unos doscientos kilómetros de Chiang Mai y es la provincia situada más al norte de Tailandia, limitando con Birmania y Laos en el conocido como Triángulo de Oro que junto con la Media Luna de Oro que forman Afganistán y Paquistán, es desde los años 50 una de las mayores zonas productoras de opio del mundo. Un territorio de gran belleza donde imponentes montañas se entremezclan con zonas selváticas, arrozales y campos cultivados bañados por el Mekong pero para siempre demonizado y asociado con el cultivo y tráfico del opio y la heroína.

Dado que Chiang Rai es la población más próxima a las estribaciones sureñas del Triángulo de Oro la ciudad era un emplazamiento ideal como puesto comercial y de venta al por mayor de drogas y por ello una zona del país hasta no hace tanto considerada insegura y conflictiva. Como forma parte de la historia más reciente de esta zona hay que decir que en las últimas dos décadas el cultivo del opio desde la frontera tailandesa ha decrecido fuertemente debido a numerosas campañas del gobierno tailandés. Arrasaron los cultivos de opiáceos ofreciendo otros nuevos cultivos alternativos a las tribus de la zona que tradicionalmente siempre lo habían cultivado como medio de vida y para fines rituales y medicinales asocidos con su cultura y creencias.

Los Lahu, Akha y mayoritariamente los Lisu, han sido por tradición los principales cultivadores de la zona. Estos grupos étnicos de complejas creencias animistas son en esencia agricultores y excelentes costureros y bordadores.

Curiosamente ellos jamás se enriquecieron con el opio que se cultivaba desde hacía generaciones, pero desde la prohibición, en general malviven cultivando lo que pueden; teniendo en cuenta que se suelen establecer entre los 1000 y 1700 m de altitud, principalmente  café, tabaco y también vendiendo artesanía a los turistas. Pero las mencionadas medidas para erradicar el cultivo y tráfico no se han tomado por igual en las vecinas Birmania y Laos donde siguen financiando a los señores de la guerra en las inacabables luchas armadas que se siguen produciendo entre gobierno y algunas minorías étnicas en los márgenes de la frontera. Si tenéis curiosidad por saber más podeis visitar allí el Museo del Opio donde se explica todo lo referente a su producción y cultivo en la zona. O podéis visitar la población de Ban Khwan, a unos 3 kilómetros, donde se libró la famosa guerra del opio en 1967. Guerra entre tres facciones: los shan, el ejército de Laos y el Kuomingtan.

No deja de ser paradójico que el opio sea una de las mejores drogas para tratar el dolor crónico y aliviar el sufrimiento, pero que sea tan destructivo cuando se usa como esparcimiento o se explota para ganar dinero.

El Triángulo de Oro resulta evocador y hasta novelesco, a años luz del caos y la intensidad de la vibrante Bangkok y una opción aún por descubrir para muchos por su belleza y autenticidad. Desde un oportuno mirador observamos el gran banco de arena en el cual confluyen las tres fronteras. A lo lejos los densos montes verde azulados de Birmania y la frondosa orilla laosiana.

El río Ruak y el Mekong crean la frontera natural del Triangulo de Oro, uno de los grandes ríos del mundo y el 5º más largo de los ríos asiáticos que tras nacer en la meseta tibetana  discurre a través de la provincia de Yunnan siguiendo luego por Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam. El Mekong justo en este punto no se haya muy concurrido: escasas embarcaciones-vivienda de bandera birmana y china que parecen amenazar ruina se dedican al noble arte del contrabando. La nota de color la pone el tremendo Buda de Sop Ruak, tan kitsch, porque en general este río de legendaria belleza, aquí resulta un poco gris.

Históricamente, al igual que Chiang Mai, Chiang Rai fue capital de la dinastia birmana Mengrai y del reino Lanna. Permaneció durante cientos de años bajo dominio birmano hasta 1786. Siam (Tailandia) se anexionó Chiang Mai en 1899, y Chiang Rai fue proclamada una provincia de Tailandia en 1933. Es famosa por un hecho histórico fortuito que permitió el hallazgo de la estatua más sagrada del país: el Buda Esmeralda que actualmente se custodia en Bangkok. Un terremoto derrumbó el chedi del templo Wat Phra Kaeo. Las pagodas budistas se construyen para custodiar reliquias y textos sagrados de gran valor en su interior, y así fue como a consecuencia de este hecho natural hallaron la figura. Una de las imágenes de Buda más grandes y más bonitas en Tailandia se encuentra en la sala sagrada del templo, la imagen de latón y cobre se llama Phra Jao Lan Thong y se cree que tiene más de 700 años. Otro templo que quiero mencionar aunque es contemporáneo es el blanquísimo y bellísimo Wat Rongkhun, que con el cielo intensamente azul parece hecho de encaje.

La ciudad de Chiang Rai es una ciudad bastante más pequeña que Chiang Mai y una parte significativa de su población, en torno al 15% pertenece a las conocidas como tribus de las montañas, un término colectivo para los grupos étnicos minoritarios en el norte de Tailandia, como los Karen, Akha, Lisu, Hmong, Meo y Muser así como una importante comunidad china procedente de Yunnan perfectamente asimilada y que controla la mayoría de los negocios de la zona. De una población tribal total de Tailandia de unos 500.000 individuos la mitad son Karen y el resto de las diversas tribus que ya he mencionado.

La localidad fronteriza de Mae Sai, a unos sesenta kilómetros de aquí es uno de los puntos de entrada a Birmania. Decenas de camiones cruzan cada hora la frontera cargados hasta la bandera con todo tipo de mercancías y personas. Y gentes de las tribus shan y akha cruzan el puente de Nam Sai a diario para aprovisionarse en Tailandia, o para trabajar de braceros en los campos tailandeses en un viaje de ida y vuelta diario. Mae Sai es una localidad polvorienta y sin mucho atractivo pero floreciente y concurrida como todos los puntos fronterizos del planeta. Se puede conseguir de todo y hay una gran cantidad de tiendas donde se comercia con el valioso y apreciado jade birmano que escapa al control del gobierno y se venden bellas antigüedades. Desde aquí se puede cruzar a Tachilek, en Birmania pagando un visado  y muchos viajeros que llegan hasta aquí lo hacen para darse el gusto de ir de compras a otro país.

Al igual que en Chiang Mai, este es un buen lugar para realizar actividades en plena naturaleza, bañarse en cascadas o visitar algún poblado de las tribus de las montañas, aunque no es oro todo lo que reluce, el que busque tradiciones inalteradas al margen de la modernización no está en el sitio adecuado porque aquí la mayoría de los grupos étnicos estan muy en contacto con el turismo.  Remontando el curso del río Mae Kok en lancha llegaremos a un poblado de la tribu Akha. Las mujeres Akha llaman la atención por su elaborado y llamativo tocado que recuerda a un yelmo, adornado con discos de plata, monedas, abalorios, borlas y semillas de la “lágrima de Job”. El resto de la vestimenta es muy sobrio en tonos rojos, negros y ocres oscuros. Las mujeres elaboran alegres tejidos que luego venden a los turistas que les visitan o en el mercado nocturno de Chiang Rai.

El poblado, cerca de la orilla del río se componía de un buen número de cabañas de bambú sobre pilotes bajo los cuales se resguardan los animales y se está a salvo de las lluvias monzónicas. Campo desbrozado, docenas de pequeños jabatillos y polluelos correteando por doquier, y perros de todos los pelajes que salían al paso y no paraban de defender su territorio. Las mujeres tejían en sus telares y los hombres ofrecían servicios tales como paseos en elefante a los recién llegados. ¿Qué “nos trajimos de allí”? Pues francamente y en pocas palabras: bastante mala conciencia, uno no deja una de sentirse incómodo inmiscuyéndose en la vida de esta gente, porque no dejan de ser una atracción turística, y no sería la única vez en este viaje que nos sentimos así. Por su parte, ellos te reciben con una sonrisa que no dudo de que será sincera pero que supongo también estará un poco condicionada por la idea de que el turista trae dinero.

También decidimos visitar a otra tribu bastante numerosa en esta zona, los Hmong. Dicen que son una de las minorías más aisladas del mundo y que no tienen una tierra natal tradicional. De hecho hoy en día se les puede encontrar en Laos y Vietnam y al sur de China. La experiencia no es mucho más auténtica que en el caso del poblado Akha, en la misma línea. Para llegar al poblado en Ban Rai Phan, a unos 40 kms desde Chiang Rai fuimos ascendiendo por una carretera de montaña y cuando ya empezaba a sentirme mareada por las curvas y el intenso calor llegamos. El poblado parece algo apartado, de hecho no hay nada más por aquí, pero eso no es un impedimento para el turista que se mueve con soltura por entre las cabañas haciendo fotografías sin pudor mientras las mujeres hmog y algún venerable anciano reciben a la gente, muestran el proceo del tinte de los codiciados tejidos de color añil hmong, hacen demostraciones con ballesta y muestran sus instrumentos musicales. Apenas hay hombres y las mujeres muestran con orgullo sus artesanías y joyas de plata. Una tradición que se expone y también se vende en un ritual diario que durante la temporada turísitica les genera ingresos extra.

No quiero desanimar a nadie, he decidido mencionarlo en esta entrada porque fue una excursión que hicimos, y es una opción tan válida como cualquier otra, pero resulta algo decepcionante y enlatado y sé que yo hoy no las repetiría.