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El 22 de marzo se celebra en todo el mundo desde 1993 el Día Mundial del Agua. Este año el tema central de las celebraciones será `Agua y Energía´, abordando los retos, las interrelaciones y las soluciones conjuntas que se plantean para asegurar el acceso, la eficiencia y la sostenibilidad en la provisión de servicios de agua y energía. En apenas tres décadas la demanda de agua podría superar un 50% su disponibilidad. ¿Qué haremos entonces?


Isla de Socotra, Yemen.  FOTO  ©   Sara Janini

 

Día Mundial del Agua

Por Ana Morales para GEA PHOTOWORDS

El agua es un recurso natural tan común a nuestra forma de vida que quizá por ello nos parece eterno y gratuito. Sin embargo, no nos llevemos a error: el agua es un recurso renovable, lo cual, por definición indica que siempre que su reposición se pueda hacer a una tasa superior a la que se consume perdurará, pero no es un recurso inagotable. Debe de ser administrado cuidadosamente para evitar exceder la capacidad regeneradora mundial de los mismos, o lo que es lo mismo: su sostenibilidad. La gratuidad con que vemos y utilizamos este precioso recurso y su despilfarro lo está convirtiendo, poco a poco, en un recurso en vías de extinción.

El agua es imprescindible para la existencia de cualquier forma de vida conocida, tanto que en torno al 65% del peso de un adulto es agua. Es una sustancia presente en prácticamente cualquier lugar de la biosfera. El total del agua presente en el planeta, en todas sus formas, se denomina hidrosfera. Para que nos hagamos una idea, el 97% de dicha hidrosfera es agua salada, y ocupa las tres cuartas partes de la superficie de la tierra, sólo el 3% restante es agua dulce, y de ella, sólo el 1% se encuentra en estado líquido pues el otro 2% restante se encuentra inaccesible en estado sólido y corresponde a la contenida en la superficie de los casquetes polares, plataformas de hielo y banquisas. Es este 1% el que da de beber al planeta.

 

 LA ENERGÍA DEL AGUA

 Este año el tema central del mismo es “Agua y Energía”, abordado los retos, las interrelaciones y las soluciones conjuntas que se plantean para asegurar el acceso, la eficiencia y la sostenibilidad en la provisión de servicios de agua y energía. Y es que el mundo se enfrenta a un reto seguro: “sin energía no hay agua, y sin agua no hay energía” por lo tanto las soluciones que se adopten también habrán de entender esto. En las reuniones previas a la celebración del Día Mundial del Agua 2014 que tuvieron lugar en la conferencia celebrada en Zaragoza este pasado mes de Enero se manejaron datos muy alarmantes: se estima que en 2050 la demanda de agua podría superar en un 44% a los recursos disponibles.

La demanda de energía habida cuenta del gran desarrollo de los países emergentes y de las políticas del agua existentes podría aumentar en un 50% de aquí a esa fecha. Por lo tanto tal y como allí se dijo: “no podemos permitirnos políticas energéticas que no tengan en cuenta que el agua es necesaria para producir hidroelectricidad y para la refrigeración en todos los procesos de generación de energía o políticas que por el contrario no consideren el gasto energético necesario para bombear, purificar, transportar y depurar el agua, acciones que consumen el 8% de la energía producida anualmente en el mundo”. Por otro lado, aproximadamente el 75% de todas las extracciones de agua industriales se utilizan para la producción de energía.

Isla de Socotra, Yemen.  FOTO  ©   Sara Janini

 En un estudio reciente de la Universidad de Twente, que calculaba la huella hídrica de cada nación, (una medida que estima el volumen total de agua consumida por el hombre para producir bienes y servicios, tanto de modo directo como indirecto), se detalla que China, India y EEUU encabezan este ranking mundial. De hecho, tan sólo estos tres países consumen el 38% de los recursos hídricos disponibles en el planeta siendo el sector agrícola el que consume el 92% del agua. El cuarto puesto lo ocupa Brasil.

 

AGUA Y DESARROLLO

Otro de los temas que se abordarán en este Día Mundial del Agua será el de las desigualdades, ya que el agua es un bien preciado que cada vez está más limitado y peor repartido. Mientras en el primer mundo este recurso se despilfarra, en pleno siglo XXI en torno a mil millones de personas conocidas como “club de la miseria” que viven en barrios marginales de las grandes ciudades y zonas rurales empobrecidas no tienen acceso al agua potable, servicios de saneamiento adecuados, alimentos ni energía suficiente. La mala calidad del agua y el saneamiento irregular afectan gravemente al estado sanitario de la población: sólo el consumo de agua contaminada causa 5.000.000 de muertes al año, según informes de las Naciones Unidas. La OMS estima que la adopción de políticas de agua segura podría evitar la muerte de 1.400.000 niños al año, víctimas de diarrea.

La demanda de agua dulce y energía seguirá aumentando significativamente en las próximas décadas. Este aumento presentará grandes desafíos en la gestión sostenible de los recursos, especialmente en el desarrollo de las economías emergentes. A nivel mundial, 1300 millones de personas actualmente viven sin electricidad, 780 millones de personas carecen de acceso al agua potable y 2500 millones personas carecen de saneamiento. 50 países que reúnen a casi un tercio de la población mundial carecen de un adecuado suministro de agua, y 17 de ellos extraen anualmente más agua de sus acuíferos de la que puede renovarse naturalmente. La contaminación, por otra parte, no sólo contamina el agua de ríos y mares, sino los recursos hídricos subterráneos que sirven de abastecimiento del consumo humano.

Agua y energía tienen impactos importantes sobre el alivio de la pobreza. El agua potable es un recurso natural escaso. Y tal y como citó en su día Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, “el acceso a agua apta para el consumo es una necesidad humana fundamental y, en consecuencia, un derecho humano básico”.

A modo de conclusión, a pesar de que la cantidad de agua disponible en el planeta es suficiente para cubrir las necesidades de la población, el consumo en exceso en muchos países y su escasez en otros, podría provocar la falta de recursos dentro de pocos años y las luchas por controlar los existentes. Ya estamos viviendo la mercantilización de este recurso básico al igual que está ocurriendo en muchos países con la tierra, donde grandes grupos inversores se están haciendo con el control de acuíferos y manantiales sabedores de que es una inversión segura. Ante estas perspectivas es necesaria una “nueva cultura del agua”, cuya premisa básica sea el ahorro y la eficiencia en su gestión así como el respeto y sensibilización hacia este recurso como activo ecológico y social.