Marroc_2014_132Después del desmantelamiento de la colonia francesa que ocupó el norte de África hasta 1912, Tánger quedó bajo la administración conjunta de nueve países, casi todos europeos, y de algún modo abandonada a su suerte. Debido a esto, hasta el año 1956 Tánger fue una ciudad internacional, capital del exilio burgués europeo y norteamericano y punto de encuentro de individuos de las más dispares condiciones y nacionalidades. Como ciudad franca de leyes bastante laxas atraía a dudosos hombres de negocios y contrabandistas, espías, nobles arruinados, magnates rusos, judíos millonarios, excéntricos, prostitutas y oportunistas de todos los pelajes que  inauguraron un estilo de vida bohemio y libertino.

Todos ellos llegaron huyendo de la guerra y buscando su oportunidad de negocio fácil, pero al mismo tiempo atraídos por lo de exótico que tenía el ambiente cosmopolita y a la vez liberal de la ciudad africana. Ciudad mítica, bohemia, promiscua, libertina, canalla, hay muchos adjetivos que se le aplicaban al Tánger de esas décadas de entre guerras.

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De hecho, era así descrita por uno de sus conocidos huéspedes de la época, el escritor siempre tachado de maldito William Burroughs «Tánger es uno de los pocos lugares que quedan en el mundo en el que, siempre y cuando no robes, seas violento, o tengas algún tipo de comportamiento antisocial puedes hacer exactamente lo que quieras.» Esta frase no sólo hacía referencia a la libertad creadora, sino también a la depravación moral de esta célebre y denostada Generación Beat a la que la mala fama de Tánger debe tanto.

Café HafaLejos quedan las tardes de tertulia literaria en el café Hafa, o el paso de Rita Hayworth por el elitista hotel El Minzah o las leyendas que dicen que la multimillonaria Bárbara Hutton hizo ensanchar las calles de la medina de Tánger para que pudiese pasar con su Rolls Royce. Otros artistas y escritores como Jack Kerouac, Samuel Beckett, Henri Matisse o Tennessee Williams también vivieron temporalmente aquí. Cierto es que todo eso apenas es un eco ya, una leyenda, pero no es menos cierto que anima a visitar la ciudad pues en Tánger permanece viva la memoria de la primera generación de artistas occidentales que nos animaron a descubrir este fascinante país puerta de África.

Té marroquíRecientemente leía “En el Tánger de hoy la vida transcurre entre migajas de mitos y anécdotas más o menos creíbles”. Y es cierto, todavía se respira un cierto aire bohemio, intelectual y clandestino en el cafe de París, que aparece en tantos relatos que alimentaron la fama intelectual de la ciudad, o en el Café Hafa, que sin grandes cambios desciende en escalera sobre el acantilado de Marshan, uno de los barrios elegantes de la ciudad. Fundado en 1921 entre el cabo Espartel y el cabo Malabata, y muy cerca de las grutas de Hércules pude comprobar que este lugar no está muy bien visto por los musulmanes, ya que mucha de la gente que frecuenta el lugar, como décadas atrás fuma hachís. Desde sus irregulares sillas y mesitas, parejas locales comen y charlan mirando hacia la costa europea y disfrutando de ese azul zafiro tan intenso del mar, mientras que los extraños observamos el lugar, intentando ser partícipes aunque sea por un par de horas del mismo. Un anciano camarero nos trae el té en una especie de soporte de hierro hecho para transportar los vasos  y nos explica que ese artilugio curioso es famoso pues ha salido en varias películas. Cómo olvidar el pasado cuando sigue en la mente de la gente tan presente…

Marroc_2014_97En la zona de la Medina, en concreto en el zoco chico ( Petit Socco), esa pequeña plazuela que sirvió de modelo a Matisse, Delacroix, M. Fortuny o Tapiró entre tantos otros, sentarse en el Café Fuentes, o en el Café Tinguis  justo frente a la plaza, es una ceremonia casi obligada. Diría que es el deporte nacional, muy en consonancia con la manida frasecilla que todos habrán escuchado en tierras marroquíes: “Amigo, la prisa mata”. «Y la pachorra…en este caso no sólo no remata, sino que es necesaria. Sentados en la terraza frente al trasiego de la calle, los locales, (y esto no las incluye a ellas) pasan las horas frente a una tetera y los camareros pululan de mesa en mesa escanciando el verde brebaje de la tetera al vaso y viceversa.

Hotel ContinentalCerca del Petit Socco se encuentra otro de los lugares emblemáticos de la ciudad, me refiero al Hotel Continental, frente al puerto. Los cruceristas que recalan en la ciudad por unas horas son agasajados con un refrigerio en su terraza, sin tener conocimiento quizás de que este monumento a la decadencia abrió sus puertas en 1865. Muchos españoles célebres descansaron entre sus paredes, entre otros Pío Baroja, Jacinto Benavente o Antonio Gaudí, quien visitó Tánger, cuando los marqueses de Comillas le encargaron diseñar unas misiones franciscanas que no llegaron a construirse. Un joven inglés llamado Winston Churchill también estuvo hospedado aquí cuando era corresponsal de guerra. En los pasillos abandonados del hotel se amontonan recuerdos destartalados y fotografías de esos ilustres huéspedes que sin duda lo conocieron en tiempos mejores.

Como escribe el escritor Mohamed Chukri, “Tánger es una ciudad mítica y el mito no se explica. Un pueblo, una ciudad sin mito es un pueblo muerto”. Aquí los mitos deambulan por doquier por lo que la ciudad no corre ningún riesgo.

 

 


 

Ana Morales

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