No hay que pensar mucho para encontrar un adjetivo que defina a Florencia, hay muchos, pero para mí sería bella, es una ciudad que rezuma belleza y romanticismo por sus cuatro costados, en sus calles, edificios, paisajes, y que tiene un ambiente artístico difícil de olvidar.

La primera noche que pasé en esta ciudad, salimos a dar un paseo por la ribera, entre el Puente de la Trinitá y el Puente Vecchio, era invierno y del Arno subía una húmeda neblina que envolvía y difuminaba la ribera y le daba, si cabe, aún más encanto. Las calles comerciales del centro, como pasa en todas las ciudades, estaban muy solitarias, y se agradecía el extra de iluminación que salía de los escaparates de las tiendas.

Cerca del Ponte Vecchio me llamó la atención la gente, que charlaba apoyada en el pretil  del mismo, fuera de los locales de moda, bebían pausadamente vino, (sí, no litros de alcohol) conversaba y flirteaba, y me recordó muchísimo a un anuncio de esos de bebidas, ya sabéis, “dolce vita”, chicas y chicos guapos sufriendo en aras de la moda, la noche es joven, el Ponte Vecchio iluminado… pensé y sigo pensándolo, que era una ciudad seductora como pocas.

El centro de Florencia es pequeño y fácilmente abarcable caminando, y realmente todo está bastante a mano y aunque anduvieseis sin una guía o mapa es seguro que llegaríais a los puntos más interesantes igualmente. La ciudad o centro histórico se encuentra dividido por el río Arno que es cruzado por seis puentes, el más famoso y el que te conecta directamente con el Palazzo Pitti es el Puente Vecchio, fotogénico y bello al máximo. El puente era la zona donde antaño estaban los curtidores de piel, pero hoy en día está lleno de joyerías para turistas donde impregnados del romanticismo de esta ciudad más de uno habrá cometido una carísima locura de amor. Además, los Medicis mandaron construir sobre el puente una galería cubierta, conocida como el corredor vasariano, que comunicaba el Palazzo Vecchio con el Palazzo Pitti.

El centro es peatonal en algunas calles, ideal para  pasear sin prisas. Florencia es una ciudad bastante plana, los edificios son bastante bajos.  Aunque no hay que ser ningún erudito para apreciar  lo que la ciudad ofrece, no paraba de emocionarme cada vez que aparecía alguna de esas maravillas que sólo había visto en los libros de arte.

Sí, no hay duda de que estamos en una de las cunas mundiales del arte y de la arquitectura. Y de la historia, la época de mayor esplendor de la capital de la Toscana es la que coincide con el poder de los Medici, Cósimo, Piero, Lorenzo, este último fue un gran mecenas de las artes que encargó trabajos a los maestros  Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y Botticelli entre otros. Pero decenas de genios de todas las disciplinas contribuyeron a hacer de esta la ciudad del renacimiento y de la cultura, haciéndose una revaluación de los valores medievales, que dan como resultado  el desarrollo de una cultura más humanista. Por mencionar algunos artistas más: Vasari, Rafael, Boticcelli, Piero della Francesca, Donatello, Giotto, Bramante, Brunelleschi, Alberti, Dante, Galileo, Boccaccio o Maquiavelo entre otros. Sus esculturas se pueden ver adornando el exterior de la Galería de los Uffizi. Muchos de ellos se encuentran enterrados en la Iglesia de la Santa Crocce, que siempre fue  un símbolo de prestigio para la ciudad de Florencia y un lugar de reencuentro para los más grandes artistas, teólogos, religiosos, hombres de letras y políticos.

El corazón de la ciudad es la Piazza della Signoria, donde antaño se celebraban grandes fiestas públicas e importantes competiciones. En ella se encuentra el Palazzo Vecchio, el antiguo ayuntamiento de la ciudad desde la época medieval, y, cómo no, la Galería de los Uffizi, uno de los museos más importantes de Italia donde las colas para entrar desafían la paciencia de cualquiera. En esta plaza del Palazzo Vecchio quemaron en la hoguera por herejía al monje Savoranola, y hay mucho arte por contemplar si uno decide pensarse lo de la Galería de los Uffizi.  La puerta principal del Palazzo Vecchio es presidida por  una réplica de El David, (para ver el original hay que ir a la Galería de la Academia, donde está bien protegido de los ataques vandálicos), y la estatua de Hércules y Caco. Justo enfrente hay un pórtico cubierto, que se conoce como La logia dei Lanzi que exhibe varias esculturas universales,  como  ”El rapto de las Sabinas”, o “Perseo”, victorioso con la cabeza decapitada de la Medusa. Esta última me hizo una particular impresión pues en mi casa siempre ha habido un libro monográfico de Benvenuto Cellini, y la fotografía de esta escultura estaba en la portada, y por unos momentos pude observarla con gran detalle.

Pero en la plaza además tenemos la Fuente de Neptuno, en la que un imponente Neptuno emerge de las aguas tirado por un furioso grupo de caballos. El esfuerzo y la tensión son  tan reales que a los caballos se les marcan las venas.

A un minuto de aquí hay otra plaza tan famosa o más si cabe, la Plaza del Duomo, donde encontramos los edificios religiosos más importantes de la ciudad. El Baptisterio, con sus celestiales puertas de bronce bruñidas  que dicen son las puertas del paraíso,  la Catedral de Santa María dei Fiore y el campanario de Giotto.

Esta catedral, famosa por la cúpula de Brunelleschi, se construyó sobre una anterior que se quedó pequeña, la catedral de Santa Reparata. Todo y que hubo que demoler además otras casas para poder tener un solar que tuviese las dimensiones deseadas, la catedral  da la sensación de hallarse encajonada en la plaza, hay que dar muchas vueltas hasta encontrar un ángulo desde el que poder sacar una foto decente, porque entera no se puede sacar. El exterior de la misma es de mármol blanco, verde y rosa, aunque debido al humo del tráfico rodado siempre se ve parduzca, no se aprecian los dibujos geométricos ni casi el color. En las dos ocasiones que he visitado la ciudad se estaba limpiando la fachada, por lo que dicen los florentinos, cuando acaban una fachada ya tienen que comenzar a limpiar la otra. Al Baptisterio de San Juan le pasa lo mismo. El Baptisterio es mucho más antiguo que la catedral, data del s.V, y es desde el 1128 el lugar donde se bautizaba a los niños en la ciudad. Las tres puertas cubiertas de paneles de bronce con escenas del antiguo testamento, la vida de Jesús, o las cuatro virtudes cardinales, obra  de Pisano y Ghiberti merecen toda nuestra atención.

Las mejores vistas de Florencia están en Piazzale Michelangelo, una plaza panorámica o  mirador sobre el flanco sur del Arno desde el cual admirar la ciudad. Antaño, cuando se mandaba al exilio a algún noble se le enviaba a estas colinas y se le impedía entrar en la ciudad, es por ello que hay bellas casas palaciegas alrededor.

Las vistas son magníficas, una postal, la cúpula del Duomo, el campanario de Giotto o la Signoria sobresalen entre los edificios y… ¡magia! sólo tenemos que alargar la mano para tocarlos. El río fluye entre los puentes y  hay una buena perspectiva de la ribera hasta donde alcanza la vista. Ver desde  aquí la puesta de sol es la forma perfecta de recordar la ciudad.

 

 


 

Ana Morales

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