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Estambul, una de las urbes más antiguas y fascinantes del planeta, es al mismo tiempo una ciudad amenazada por su propio desarrollo. Más extensa que El Cairo, Delhi, México D.F o Nueva York, es además una de las ciudades más densamente pobladas del mundo. Su continuo crecimiento demográfico y el desarrollo económico favorecido por las políticas económicas neoliberales han dado como resultado un modelo de desarrollo urbanístico insostenible, que desafía al sentido común y que continuamente entra en conflicto con los intereses de muchos de sus ciudadanos, que indefensos ante la maquinaria municipal, ven como barrios enteros son derruidos en aras de la modernización.

La Ciudad sin límites

Por Ana Morales, miembro de GEA PHOTOWORDS

 

Liberalismo económico

La transformación neoliberal que se propagó por la economía mundial durante la década de los ochenta, y con ella la aceleración del proceso de globalización, trajo consigo un profundo cambio en las ciudades de todo el mundo, especialmente en las principales ciudades de los países en desarrollo.

Fatma en la terraza de su casa. Afectada por el plan urbanístico, la obligan a vender su casa a la fuerza. FOTO  ©  Nuria López Torres

Esas políticas han ido transformado el espacio urbano en línea con el pensamiento neoliberal, en pocos sitios más típica y palpablemente que en Estambul, donde la transformación urbana ya había comenzado con el ascenso global de la economía política neoliberal de los años 80.

Los organismos de gobierno local de las ciudades, que supuestamente debían de suministrar los servicios públicos, han estado desde entonces siguiendo la lógica de pérdidas y ganancias del mercado, y fomentando toda una serie de privatizaciones que han conformado un nuevo paisaje urbano. En esta nueva estructura económica basada en las finanzas, el suelo urbano se ha convertido en un medio más para la acumulación de capital.

Estambul es la mayor metrópoli europea, seguida por Moscú y Londres, con quince millones de habitantes y una superficie de 1.538 kilómetros cuadrados. Su población se ha duplicado en dos décadas y se manejan unas predicciones casi terroríficas que hablan de que podría volver a duplicar su población en la próxima. En esta inmensa urbe se concentra casi el veinte por ciento de la población del país siendo la receptora de un continuo éxodo del campo a la ciudad difícil de controlar. Puede decirse que en Estambul se concentran la mayoría de las cuestiones que más afectan y preocupan a las ciudades europeas. Y es que, sobre todo en los últimos 10 años, como el Banco Mundial ya previó en sus informes, Estambul ha ido cambiando desde una ciudad industrial a una ciudad centrada en los servicios y finanzas compitiendo con otras ciudades del mundo para acaparar la inversión.

Derribo de una de las casas afectadas por los desahucios forzosos. Barrio de Tarlabasi. FOTO  ©  Nuria López Torres

 

La gentrificación

Estambul estaba destinada a convertirse en la capital financiera, comercial y cultural a caballo entre Europa y Asia. Hacer Estambul atractivo para los inversores no sólo exigía la abolición de los controles legales que velan por el bien público, en muchos casos creándose normativas a la carta amparadas por un gobierno autoritario, sino también una transformación paralela de los usuarios de la ciudad. Huelga decir que los proyectos de transformación urbana no sólo cambian la arquitectura de una ciudad, también afectan a la demografía y la cohesión social. Esto significa que la clase obrera que realmente construyó la ciudad como un centro industrial ya no tiene cabida en la nueva ciudad ahora centrada en el consumo, las finanzas y los servicios. Aquí es donde entran en juego los planes de “renovación urbana” para la reconversión de zonas degradadas. Bajo el disfraz de embellecer la ciudad el objetivo subyacente es convertir el espacio en capital, desplazando a sus habitantes, que suelen ser de condición humilde a otras zonas estériles del extrarradio.

Desde los años noventa, muchos de los barrios periféricos del este y del oeste de Estambul han sido privatizados por inversores locales y joint-ventures extranjeras. Otros vecindarios, como Basbuyuk, Ayazma, (en 2008), Tarlabaşı (en 2006) o Sulukule, (en la histórica península de Estambul, donde desde los tiempos del Imperio Otomano se establecieron numerosas comunidades gitanas), que fueron hogar de las clases más humildes de la ciudad durante décadas, se han demolido como parte de la política de renovación urbana, sometiendo a sus habitantes a una emigración forzada a las afueras con el objetivo de invisibilizar la pobreza. Otros barrios igualmente históricos y céntricos como Karaköy, están amenazados. En 2005, con la entrada en vigor de la ordenanza de renovación y transformación urbana 5.366, la cual da plenos poderes a los ayuntamientos para la renovación y el desarrollo, la legitimación de los recientes proyectos de transformación urbanística se ha disparado.

Este proceso de expulsión de los habitantes originales del barrio está a la orden del día en todas las ciudades del mundo, y se define con un término que cada vez oímos más: gentrificación. Como afirma el documental Ekümenopolis, sobre este tipo de desarrollo urbano “estas políticas producen gentrificación, desatienden la política de vivienda social, provocan burbujas inmobiliarias, manifiestan un desprecio por el transporte público y la sostenibilidad y conllevan un número de daños colaterales que dificultan un urbanismo racional e integral” Los habitantes de los nuevos extrarradios, en muchos casos tan lejanos del centro de la ciudad no sólo se sienten desplazados, el desapego, el desarraigo, y la segregación en las ciudades modernas hacen difícil crear una memoria urbana colectiva con la que los ciudadanos se puedan identificar, y esta va desapareciendo con la demolición de los barrios.

Construcción de nuevo edificio. Barrio de Tarlabasi. FOTO  ©  Nuria López Torres

El TOKI, el organismo que debería velar por el uso racional del suelo público y por la vivienda social (Administración Estatal de la Vivienda) respaldado por el capital internacional, la municipalidad y los inversores está demoliendo barrios para la construcción de rascacielos, hoteles, autopistas, centros de convenciones y flamantes centros comerciales. Pero cabe preguntarse ¿a quién sirven estos nuevos espacios? La enorme brecha entre los ricos y los pobres en Estambul se refleja cada vez más en el paisaje urbano, y al mismo tiempo se alimenta de la segregación espacial. Mientras los ricos se aíslan en barrios con seguridad privada, residencias y plazas donde no existe la interacción entre los vecinos; las bolsas de pobreza en comunidades de viviendas sociales de la periferia de la ciudad diseñadas como contenedores humanos continúan creciendo, empujando a millones de personas a la desesperación.

Mientras tanto, la población sigue aumentando y la ciudad se expande sin control empujando hacia arriba contra Tekirdağ en el este y en el oeste de Kocaeli.

Los puentes que conectan los dos continentes han contribuido a segregar a la sociedad debido a la especulación del suelo urbano que desencadenaron. De hecho sólo los rumores, cada vez más consistentes de que se podría construir un tercer puente cerca del mar Negro, en el único pulmón verde que le queda a la ciudad, ha hecho disparar hasta el infinito el precio de la tierra. Pero también ha conseguido movilizar a toda clase de profesionales como ingenieros, escritores, ecologistas, personajes públicos, etc en aras de la cordura, pues creen que este tercer puente supondrá una catástrofe ecológica que acabará siendo la sentencia de muerte para la ciudad. Como se ha podido comprobar con la construcción de los dos puentes anteriores y sus correspondientes autopistas de enlace, estos se convierten inmediatamente en polos de atracción para más población y más desarrollo urbanístico. Hasta que se construyó el segundo de los puentes colgantes sobre el Bósforo, el Fatih Sultan Mehmet, a cinco kilómetros del primero allá por 1988, la ciudad se extendía ocupando sólo un tercio de su territorio, quedando dos tercios de zonas naturales.

Actualmente ya sólo queda un tercio del territorio sin urbanizar. Los recursos acuáticos, y los bosques de esta zona del norte de la ciudad han permitido la armonía de ecosistemas durante 7000 años, por ello la construcción del tercer puente es una amenaza muy real para la supervivencia de la urbe que ya usa todos los recursos acuíferos disponibles de los ríos y lagunas de su zona y de zonas adyacentes, abasteciéndose incluso de lugares tan lejanos como el río Bolu.

Lo que parece poner de acuerdo a estas voces discordantes que ya se hicieron oír durante las manifestaciones de la plaza de Taksim es que con el desarrollo incontrolado de la megaciudad ya se han cruzado todos los límites; poblacionales, ecológicos, y económicos. Acabará la ciudad siendo devorada por ella misma?