Si visitáis la Île de la Cité, en París, tendréis a menos de quinientos metros dos de los lugares más imprescindibles y famosos de la ciudad del Sena. El primero de ellos es, sin duda, la Catedral de Notre-Dame, la cual tras el devastador incendio sufrido en Abril de este mismo año, permanecerá previsiblemente muchos años sin poder volver a estar abierta al público. El segundo de esos dos lugares es la Sainte-Chapelle, que sí puede y debe ser visitada.

Esta famosísima capilla, atribuida a Pierre de Montreuil, fue mandada construir por el rey Luis IX de Francia en 1242 a modo de enorme relicario donde venerar y custodiar la Corona de espinas de Cristo, una de las reliquias más veranadas de la cristiandad, que Luis había adquirido del emperador de Constantinopla Balduino II de Courtenay tres años antes por 135.000 libras. Balduino II, acuciado por las deudas, ofreció al rey francés adquirir su más preciado tesoro: la corona de espinas que Cristo portó durante la Pasión. Otras fuentes indican que la corona estaba en poder de banqueros venecianos, a modo de garantía por las elevadas sumas prestadas a Balduino II, y que Luis la adquirió de ellos. Ambas hipótesis son bien plausibles, por ello las expongo y que cada uno tome la que más le convenza.

 

Un rey cruzado

Luis IX fue uno de los reyes franceses más singulares de la historia, era un rey profundamente devoto y con tendencia al ascetismo que perteneció a la orden franciscana y que participó activamente en las cruzadas. De hecho pasó a la historia como San Luis, al ser canonizado en 1270, (27 años después de su muerte). La preciada reliquia, cuya adquisición se dice que costó tres veces lo que la construcción de la magnífica capilla que la alojaría, representó un poderoso símbolo de poder para un rey con sangre española en sus venas cuya ascensión al trono tras la regencia de su madre Blanca de Castilla fue compleja y rebatida. La Corona de espinas era una reliquia especialmente importante por su significado: además de recordarnos la Pasión de Cristo, representaba su reinado sobre los Cielos y permitía equiparar la soberanía mundana con la celestial: simbolizaba a la propia Corona francesa y el carácter divino de su poder.

La reliquia viajó hasta la ciudad de Troyes en 1239 dentro de un arca de plata y el propio rey la trasladó desde allí en devota peregrinación con los pies descalzos hasta la ciudad del Sena, depositándola en la capilla de San Nicolás del palacio Real de París. Después de esto el monarca adquirió otras reliquias más de la Pasión, hasta diez, mandando erigir una nueva capilla en su residencia donde custodiar su preciada colección y donde el monarca halló su refugio espiritual; pasaba tanto tiempo allí en soledad, postrado, rezando y hasta mortificándose, que era criticado por ello por su corte.

 

La Capilla

Así que la maravillosa capilla construida en el mismo corazón de París se concibió como un gran joyero donde contener las reliquias. De ahí que se inspirase en las obras de orfebrería que servían habitualmente de relicario, labradas en metales nobles y decoradas con piedras preciosas y esmaltes.

La capilla es lo que quedó tras el derribo del Palacio Real de la Île de la Cité. De hecho, la capilla queda rodeada extrañamente por los edificios de los juzgados y parece estar totalmente fuera de lugar. Desde la calle, lo único que se observa es la aguja. El acceso a la capilla se hace a través del control de seguridad que da acceso a los juzgados. La entrada se adquiere en la taquilla junto a la misma entrada de la capilla.

La Sainte-Chapelle, se organiza a partir de la superposición de dos pisos, algo habitual en las capillas palatinas medievales. En la base, una iglesia inferior a la que acceden los súbditos y siervos de palacio, que cumple la función de pedestal y soporta el peso de la construcción, con escasa altura e iluminación, y la parte superior, espléndida y luminosa, destinada a la custodia de las reliquias, con acceso restringido exclusivamente para el rey de Francia y la corte.

 

La capilla inferior

El espacio de la iglesia inferior está hoy en día ocupado en su gran mayoría por las tiendas de souvenirs propias de los museos y monumentos, y eso unido a que el espacio es oscuro y pequeño hace que pase un poco inadvertida. Pienso que para maravillaros aún más con la parte superior hay que fijarse en la capilla inferior primero, veréis claramente el contraste entre espacios, saldréis de las tinieblas para ser inundados por la luz.

Tanto las paredes como las columnas y techo de la capilla inferior hoy día se encuentran ricamente policromadas pero hay que saber que no es la decoración original sino fruto de la restauración llevada a cabo en el s. XIX. Las columnas azules con flores de lis simbolizan la Corona francesa; las columnas rojas con castillos de oro simbolizan la Corona de Castilla, (ya que como indiqué antes, Luis IX era hijo de Blanca de Castilla). Además veremos las estatuas de los doce apóstoles, pilares espirituales de la iglesia pero además aquí “soportando” cada pilar estructural de la capilla. Presumiblemente portaron los símbolos de cada apóstol y de la Pasión pero a lo largo de los siglos sufrieron repetidas mutilaciones y restauraciones más o menos acertadas. En el centro del ábside hay una escultura de Luis IX.

En una de las esquinas de la nave se encuentra la escalera de caracol que os llevará al lugar más magnífico de Sainte-Chapelle:

La capilla superior

Creo que el efecto que produce subir a la planta superior es sobrecogedor. De repente llegamos a un espacio celestial, donde la luz entra a raudales tamizada por los infinitos colores que componen las quince vidrieras que cubren el espacio. Las vidrieras son como un enorme libro ilustrado, un mosaico de vidrio colorido de más de 600 metros cuadrados. Si nos ubicamos en la época de su construcción, la baja Edad Media, (feudalismo, oscuridad, represión, analfabetismo, etc.) estas tenían la finalidad de que la población, que no sabía leer ni escribir, pudiese entender los relatos bíblicos. Las vidrieras de la Sainte-Chapelle son preciosas,  dos terceras partes de las mismas datan del s. XIII y  muestran más de 1.100 escenas del antiguo testamento, a excepción de las vidrieras tras el altar y las que se encuentran a la entrada de la capilla a mano derecha, que narran la historia de las reliquias viajando a París (incluyendo al propio Luis IX portando las mismas).

Si la capilla de la planta baja no llega a tener 7 metros de altura, la iglesia superior tiene veinte metros de altura. Las bóvedas de crucería empujan el peso de la cubierta hacia los pilares laterales, con lo que las paredes, que no sostienen el techo, son reemplazadas por los ventanales. La única superficie mural continua es la bóveda, que parece flotar ignorando las leyes de la materia, mientras que los nervios y los pilares se afinan hasta el límite para ceder todo el protagonismo a la luz. Todas estas soluciones arquitectónicas fueron posibles por el dominio de la técnica constructiva, los muros casi desaparecen, reduciendo la estructura a un sencillo esqueleto cubierto por grandes vanos en los que se disponen las vidrieras. La luz es la gran protagonista del espacio interior, creando una atmósfera etérea, espiritual  y de cercanía a Dios en consonancia con las ideas del gótico radiante, donde la luz es el más puro y noble de todos los fenómenos naturales, y nos transporta a otra dimensión.

La Sainte-Chapelle se vio muy afectada durante la revolución francesa, cuando esta terminó, su estado era bastante lamentable: las estatuas se habían trasladado al Museo de Monumentos Franceses, el mobiliario litúrgico era inexistente, robado o malversado,  las reliquias se habían trasladado y las vidrieras rotas o desmontadas en gran parte. “Tras el Concordato de 1801 (entre la Francia de Napoleón y el Vaticano), la Santa Corona (como se conoce a la Corona de espinas) se entregó en 1804, junto con otras reliquias, al Arzobispado de París, quien las integró como parte del tesoro de la Catedral de Notre-Dame el 10 de agosto de 1806”, donde se conservaban hasta ahora. Afortunadamente no se vieron afectadas por el incendio de Notre-Dame del 15/04/2019.

La Sainte-Chapelle fue incluso vista como un obstáculo para la ampliación del Palacio de Justicia en 1825. Gracias a la publicación en 1931 de la novela Notre-Dame de Víctor Hugo, la presión de la opinión pública consiguió que la capilla fuese restaurada. Y así ha llegado a nuestros días, desde este humilde espacio sólo puedo recomendaros que la visitéis y la disfrutéis.

Dónde? 8 Boulevard du Palais, 75001 París, Francia.

Consejos: Intuyo que tras la catástrofe de Notre-Dame habrá incrementado mucho la recepción de visitantes así que comprobad bien los horarios de visita y planificaros antes de ir para evitar contratiempos. Por el propio espacio es probable que se permita un número máximo de visitantes por hora.

 

 


 

Ana Morales

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