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Nuestro recorrido buscando a los últimos artesanos del textil termina en las estribaciones sur de Sierra Nevada, en la comarca de Las Alpujarras. Quien diría que estos pintorescos pueblos blancos, colgados de valles y barrancos y apartados del mundo, se verían inmersos durante el Reinado Nazarí de Granada y posteriormente en la época de los moriscos, en la economía exterior. Todo ello por su dedicación a sericultura, con cuyos preciados hilos se fabricaban los lujosos tejidos que vestían a la realeza, el clero, la nobleza y los ricos comerciantes. Hasta Las Alpujarras nos desplazamos para ver lo que queda del textil artesanal.

 

Las Alpujarras

Por Ana Morales © Copyright 2015 – Todos los derechos reservados

Sericultura en Las Alpujarras (apuntes históricos)

La presencia de telares en los pueblos de Las Alpujarras para atender las necesidades locales y la exportación son una constante en su historia. En esta zona abrupta y poco poblada en altura, vivieron hasta el S.XVII las últimas comunidades moriscas de España, que por las características propias del terreno, vieron la posibilidad de llevar una vida más apartada y más libre.

Los moriscos introdujeron toda clase de cultivos, pero sólo uno tuvo una importancia vital para el desarrollo de una industria artesanal que siglos atrás tuvo el poder de desarrollar la primera autopista del comercio: la Ruta de la Seda, la cual atravesaba el oriente a lo largo de casi diez mil kilómetros. Hablo, por supuesto de la sericultura, un secreto guardado durante siglos por los chinos, quienes mantuvieron cuanto pudieron el monopolio de su producción. Este monopolio era defendido con una Ley Imperial que condenaba a muerte a cualquiera que tratase de exportar gusanos de seda o sus huevos. En el s.VI, unos monjes enviados por el emperador Justiniano de Bizancio volvieron de China trayendo huevos del gusano de seda ocultos en sus bastones de bambú, y la historia cambió de rumbo.

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Nade trabajando en su taller de Bubión. Foto ©  Francesc Morera

Esta industria llegó a la Península a través de los árabes. En Murcia se encontraba el centro de cultivo del gusano de seda más importante de Europa. Toledo, Sevilla, y, sobre todo Granada, eran los grandes centros de producción y exportación de los tejidos de seda. La seda de Las Alpujarras aparece valorada en los siglos XI y XII como “la de mayor calidad del mundo”, convirtiéndose así en la primera exportación del reino de Granada, tejidos tan valiosos como el oro o las especias. Las Alpujarras se convirtieron en el principal centro mundial de producción de seda de una calidad excepcional. Tanto que se llegó a invertir el sentido de la Ruta de la Seda, que ahora empezaba en la Alpujarra y se extendía hacia las principales ciudades de oriente.

 

Cualquiera que recorra algún pueblo de Las Alpujarras verá que hay moreras por doquier, aunque una exigua muestra de lo que llegó a haber. Fueron los moriscos los que plantaron moreras en todas estas sierras y valles de las variedades morus alba y morus niger para alimentar al preciado gusano, parásito natural de estos árboles. Tras su expulsión, esta próspera industria entró en declive aunque no desapareció. Los nuevos colonos, venidos del norte y el centro de España no sabían cultivar estos terrenos en pendiente y poco a poco muchos cultivos se fueron perdiendo, empezando también la decadencia del cultivo de los morales. Sin embargo, la elaboración del hilo de seda no desapareció hasta mediados de los años cincuenta del s.XX.

Durante el reinado de los Borbones se promulgaron una serie de medidas proteccionistas del sector textil, que impulsó a esta industria, lo que supuso en Las Alpujarras el resurgimiento de una industria textil especializada: bataneros, cordadores, hilanderos, tejedores, tintoreros, fundidores, prenseros..etc. Con la liberalización de la producción textil en 1787, la competencia interior y exterior terminó por arruinar el sector, quedando reducido a artesanos que atendían la demanda local para el consumo de la población: ropa del hogar, jarapas (no exclusivas de este lugar) y tapices.

 

Epi

Epi en el telar de Mercedes. Foto ©  Francesc Morera

 

Los artesanos contemporáneos

En los años setenta, el asentamiento de jóvenes con voluntad alternativa, el incipiente desarrollo de la actividad turística y la creación de escuelas-taller permitió la conservación de estas labores. La producción actual es llevada a cabo en telares de bajo lizo, donde el tejido es trabajado en disposición horizontal y se producen principalmente mantas, alfombras y jarapas, cuyo principal enemigo es la entrada de tejidos fabricados industrialmente en zonas exteriores a la comarca.

En Pampaneira y en Bubión se encuentran dos de los últimos telares artesanales de Las Alpujarras, ambos regentados por artesanas que un día decidieron establecerse en el barranco de Poqueira y recuperar una tradición que ya había desaparecido en estas tierras. No sin un punto de idealismo y de emprendedurismo tanto Mercedes, en Pampaneira, como Nade, en Bubión, se involucraron al máximo, investigando técnicas, materiales y diseños tradicionales de la zona para adaptarlos respetuosamente al gusto de sus clientes venidos en muchos casos de las más dispares partes del mundo. Clientes conocedores del valor de una prenda original con sello de autor y tejida a mano, en la que la prima la calidad y que están dispuestos a pagar su precio.

Nade Favreau, nacida Francia y licenciada en Historia del Arte se estableció en Bubión, el segundo de los pueblos del barranco de Poqueira, en el año 1979, seducida por su entorno y su particular arquitectura bereber. La tradición textil de la zona había desaparecido. Su intención de recuperarla como elemento básico del patrimonio cultural local y de poder proseguir con sus investigaciones tanto en bajo lizo (tejidos en general), como alto lizo (tapices) la impulsó a quedarse. Para su decepción, los últimos telares en funcionamiento en la Alpujarra occidental hacía décadas que ya no existían. La guerra civil acabó convirtiendo al último de su especie en pasto de las llamas.

Sus dos antiguos telares, con los que trabaja en su taller de la Calle Santísima Trinidad vinieron de las cuevas del Sacromonte y del barrio del Albaycin en Granada. En su taller, abierto al público, Nade ofrece una exposición permanente de sus trabajos e igualmente la posibilidad de ver el funcionamiento de los telares, así como adquirir o encargar una pieza a la carta según los requerimientos de sus clientes. Respetuosa con los materiales y con la tradición, Nade reivindica la textura tradicional de los auténticos tejidos alpujarreños al tejer sobre una fina urdimbre de algodón, a la par que va innovando con el uso de fibras naturales ajenas a esta comarca como el lino, el mohair o la alpaca, pues piensa que la artesanía es algo vivo y en evolución que se ha de adaptar a la realidad del momento. Lo cual no impide innovar y crear estilo propio.

Nade es miembro de la AAA (Asociación de Artesanos de la Alpujarra), de la ACTM (Asociación de Creadores Textiles de Madrid) y de la ETN (European Textile Network). En marzo del 2012, fue reconocida con el título de “MAESTRA ARTESANA” otorgado por la Junta de Andalucía.

Pensando ya en su jubilación Nade aún no sabe si alguien continuará con su taller.

 

Mercedes_Carrascosa

Mercedes nos cuenta el proceso. Foto ©  Francesc Morera

Vecina de Pampaneira, Mercedes Carrascosa lleva treinta años creando y exponiendo en su taller de esta localidad tapices, chales, ponchos, bufandas y alfombras combinando técnicas y materiales. Realiza tanto tapices en telares de alto lizo como tejidos en telares de bajo lizo de lanzadera volante del tipo “granadino”, de estos últimos en su taller tiene tres.

Años atrás alcaldesa de la localidad, Mercedes siempre ha apostado por todo proyecto que permita poner en valor el trabajo artesanal y las tradiciones autóctonas, así como la recuperación de la agricultura y del paisaje de la zona. Por ello desde su taller apuesta por la conservación de la artesanía textil alpujarreña con materiales como lanas, algodón, yute, sisal y seda.

Maestra de profesión, entre 1988 y 1995 compaginó el trabajo en su propio taller con el de monitora de cursos de formación del INEM para mujeres desempleadas en distintos pueblos de la Alpujarra como salida profesional. En la tarde que pasamos con ella pudimos ver el revuelo que se organizaba en torno a los bajos de su taller donde se iba a realizar un taller de tapices para los más pequeños del pueblo.

Reconoce que con el incremento de visitantes hay más demanda para estos productos artesanos, aunque como ella dice, cuando se acaban las piezas a la venta, se tarda en reponerlas porque todo en el taller lleva su tiempo, aquí no hay plazos de entrega. Desde hace algún tiempo también trabaja en su taller Epi, una sueca afincada en el vecino pueblo de Ferreirola.

Mercedes también es miembro de la AAA (Asociación de Artesanos de la Alpujarra).

 

 


 

Ana Morales

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