Bab El-JeloudLa expectación por conocer Fez venía alimentada desde largo tiempo atrás, tanto había leído sobre esta ciudad: que si “es un museo al aire libre”, ”un patrimonio universal vivo que compite con Venecia o Atenas”, “la capital espiritual del reino de Marruecos”, o  “la Atenas de África” en fin, semejantes descripciones despertaron en mí el interés por conocerla y puedo decir  que estaba de sobras justificado.

Era muy consciente de que vería impresionantes palacios, madrazas y mezquitas, porque la ciudad fundada por Moulay Iddriss es la capital espiritual y cultural de Marruecos. A pesar de todo ello, que sería suficiente reclamo de por sí sólo, lo que en realidad más me atraía era el “patrimonio inmaterial”, esa forma de vida tradicional de dentro de la medina más antigua del mundo árabe y la más poblada de Marruecos.

Visité la ciudad en Mayo, la temperatura era primaveral e invitaba a pasear.

Medina Fez El-BaliEs verdad que ni siquiera el mapa es de ayuda cuando te adentras  en ella, pues entre que hay bastante congestión por un lado, y que no se encuentran los nombres de las calles por el otro, al final lo mejor es dejarte llevar, (en algunos puntos “arrastrar”) dando preferencia siempre a las calles más anchas y hacia el frente. El interior de la Medina, Fez-el Bali tiene dos vías principales: Talaa el Kbira y Talaa Sguira, y los puntos que marcan las guías como “más interesantes” están en torno a estas dos largas calles.

El interior de la medina es un espacio donde hay una gran actividad comercial, según la zona por la que andemos encontraremos diversos zocos dedicados a la venta de henna y artículos cosméticos (zoco el Henna), artículos bordados de Fez, sedas, babuchas o cafcanes (kissaria Serrajine), alfombras (zoco Tillis) artículos de madera (zoco Nejjarine),caldereros (zoco EsSeffarine), aunque el más famoso de los zocos de Fez es sin duda el de los curtidores, uno de los momentos más esperados del día. Merece la pena sufrir sus desagradables olores por disfrutar de la paleta de colores de las tenerías, magnífico escenario desde que se puede contemplar desde alguna de las terrazas de las tiendas de piel que hay en el zoco.

Madrasa Al-AttarineFez el Bali es la parte más antigua de la medina, tiene más de 9000 callejuelas, (1000 de ellas denominadas “Derb” sin salida), en torno a 200 mezquitas, varias madrazas, y palacios entre los más de diez mil edificios históricos registrados. Obviamente no se puede ver todo ni considero que sea necesario tampoco para hacernos una idea de las joyas que guarda esta antigua ciudad dentro de la ciudad. Me llamó especialmente la atención, por lo mucho que me recordó a los palacios nazaríes de la  Alhambra, dos madrazas, la Bou Inania El Attarine, de 1325, una de las maravillas de Fez. De modestas dimensiones pero de exquisita decoración, con sus estucos tallados como si fuesen ganchillo, sus vigas y arcos en ebanistería de cedro y sus paredes revestidas de mármol esculpido y caligrafiado, mosaicos, ónix y cerámicas esmaltadas. Todo en torno a un patio con fuente al que confluyen diversas estancias donde antes se estudiaba el Corán.

Mezquita Al-KaraouiyineOtro edificio importante, por su historia sobre todo, aunque los no musulmanes nos tenemos que conformar con mirarlo desde la puerta, es la Mezquita Karaouiyine, la primera universidad del mundo, fundada, curiosamente,  por una mujer, Fátima El Fihria en el año 859. Aquí estudiaron sabios de la talla de Averroes o Maimonides. Muy cerca está la plaza Seffarine, con una bella fuente pública y la Mezquita de los Andaluces, de la misma fecha.
Esta es la zona más congestionada y donde uno empieza a pensar que lo mismo el guía era un mal necesario después de todo porque esto es un laberinto en ebullición, y los burros 4×4 que sirven las bombonas de butano o el agua potable tienen siempre preferencia.

Algunos edificios no tienen fachada, pero se accede a ellos a través de estrechos callejones de menos de un metro de ancho, y adentrándote en ellos encontramos la puerta a unas cuantas decenas de metros, un poco claustrofóbico pero auténtico. La gente, sin duda vive así, es un estilo de vida de puertas para adentro, recogido y oculto, y en la gran cantidad de teterías que vemos a lo largo del país, en ni una sola de ellas vemos sentada a una mujer, ni sola ni acompañada. El lugar de la mujer es su casa y sus hijos, y el del hombre, el negocio y la calle.

Vendedor de dátilesEn el zoco de los carniceros, pudimos comprobar que no hay género más fresco que el pollo, que espera como un reo su sacrificio, y, mientras, dan color y costumbrismo a estas calles. También pudimos comprobar que las cabezas de oveja son muy apreciadas, y que del camello, al igual que del cerdo, se aprovecha todo. A la hora de la comida, los propios carniceros preparan unas brasas, y cocinan las piezas para sus vecinos de otros negocios.

En el zoco de los frutos secos descubrimos que hay mil variedades de dátiles, a cual más cremoso y dulce, (yo, desde luego nunca he comido ninguno así del supermercado), y turrones de todos los colores posibles, que aquí se consumen todo el año a pesar de los intensos calores del largo verano. Y que la hierbabuena, además de para preparar un delicioso té a la menta, se regala con generosidad para encubrir la pestilencia de las curtidurías de piel.

Tejados de FezUno de los momentos que disfrutamos fue una pausa que hicimos en la terraza del curioso Café Clock, apartados por un rato del la marea de la calle y rodeados por los tejados de la ciudad y los minaretes de las mezquitas. La llamada a la oración nos llegaba de todos los rincones de la medina y servían de banda sonora a un gran día. Al final llegas a la conclusión de que Fez, más que visitarse, se experimenta, uno es un espectador que se puede ver arrollado por un pollino o por un carro cargado de mercancía, que puede intentar comunicarse con un vendedor de monedas antiguas o que puede parase a mirar en una esquina todo el conjunto. Esto es el patrimonio intangible de Fez, son ellos los que crean el hechizo y los que convierten este lienzo al aire libre en único.

Fuera de Fez El Bali está el barrio judío  Mellah,  y el Palacio Real, el cual tampoco se puede visitar, aunque nadie va a impedirnos hacernos al menos una foto junto a sus fastuosas puertas, digo yo…

Pero para hacernos una idea de lo que es esta ciudad, hay que verla desde un punto elevado, y así lo hicimos, nos buscamos a un simpático taxista que nos llevó hasta las tumbas meriníes, en una colina exterior a la ciudad. No fuimos los únicos con esa misma idea, lugareños de edad avanzada sentados sobre la tierra en pequeños corrillos parecían concentrados en lo mismo.Supongo que el ojo entrenado sabe ubicar rápido cada cosa, pero no es el caso, nos conformamos con abarcarla con la mirada.

Atardecer sobre Fez

 


 

Ana Morales

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