La imagen que nos viene a la cabeza cuando oímos hablar de Málaga es la del típico destino de sol y playa. De hecho, décadas de desarrollo turístico promoviendo precisamente esto la han convertido en un destino muy consolidado dentro de Europa y de España, y motor de la economía andaluza. Sin embargo, es una definición bastante simplista. Málaga tiene mucho más que ofrecer y, es por ello que he decidido ir publicando, poco a poco, entradas sobre los lugares y pueblos más curiosos de la provincia, para que aquellos que nos visiten descubran otras opciones complementarias al relax playero y que sin duda enriquecerán su visita. Y voy a comenzar con uno de sus pueblos blancos por excelencia: Frigiliana.

Frigiliana es una pequeña población a 56 kms de Málaga capital. Se descuelga en una ladera de la sierra de la Almijara, a 300 metros sobre el mar cerca del archiconocido municipio de Nerja, y pertenece a la zona conocida como Axarquia malagueña o Costa del sol occidental.

Frigiliana es un vergel que se asoma al Mediterráneo con sus casitas encaladas cuajadas de buganvillas multicolores y enmarcadas por un rotundo e intenso cielo azul.

Población llena de historia, es conocida por su casco antiguo de origen morisco, excepcionalmente bien cuidado y conservado para nuestro disfrute sensorial. Porque Frigiliana es para ser sentida, para ser recorrida con alevosía y sin rumbo, paseándola y observándola. Dejando que nos embruje. Estrechas calles empedradas por las que sólo circulan pollinos y viandantes, en acusadas y sinuosas pendientes serán la tónica. Adarves, voladizos y escaleras, en cada recodo y recoveco se ve la entrada a alguna vivienda, las cuales parecen construidas unas contra otras en yuxtaposición pero en una curiosa armonía.

Cuando visité el Riff, en el norte de Marruecos, pensaba que aquellos pueblos eran como los pueblos de esta Axarquía malagueña, o de Cádiz, o de Las Alpujarras y ciertamente la respuesta y la explicación es bien sencilla: hablamos de los mismos pobladores. Cuando paseas por Frigiliana te reafirmas, es el mismo tipo de construcción. Tienen en común la adaptación al medio y para mí algo que las hace únicas y muy interesantes: la dimensión humana y la imperfección, o, acaso no son la misma cosa?

Son viviendas sencillas, incluso toscas, construidas con los materiales que hay en los alrededores y que se adaptan al caprichoso terreno. Anchos muros inmaculados en el que la nota de color la ponen las puertas y las pequeñas ventanas, cuajadas de macetas, canteros, botijos y todo tipo de recipientes para albergar una interminable variedad de plantas y flores de todos los colores, claveles, geranios, jazmines, rosas y lilas. Y tanta belleza y buenas vibraciones son obra de sus vecinos, que con esmero y dedicación se encargan de mantener las calles impolutas y de que el barrio luzca en todo su esplendor. De hecho, su barrio morisco o Barrio Alto está reconocido como uno de los cascos antiguos más auténticos de la arquitectura tradicional árabe en España.

Haciendo un pequeño inciso sobre su historia, como tantas otras villas de la sierra de la Almijara o de las vecinas Alpujarras, la principal actividad económica de Frigiliana era la agricultura, aceite, uvas o higos, y por supuesto la producción de sedas. Al igual que ocurrió en las Alpujarras tras la caída del reino de Granada, su población mayoritariamente musulmana continuó haciendo su vida amparados en las capitulaciones de Santa Fe, firmadas por los Reyes Católicos, que les reconocían, (al menos sobre el papel) el derecho a mantener sus propiedades, su culto, y sus costumbres. Digo sobre el papel porque en la práctica esto no era así, y con Felipe II la coexistencia entre los moriscos sometidos y los cristianos dominadores acabó deteriorándose del todo. Los excesivos impuestos que habían de pagar estos, las restricciones sociales y las conversiones forzosas al cristianismo trajeron consigo que como en el resto de las poblaciones del reino, los moriscos de Frigiliana se levantaran contra la autoridad real. En la fortaleza y el peñón de Frigiliana se libró una gran batalla que acabó con la expulsión en 1568 de los moriscos y la repoblación con “cristianos viejos” de otras regiones del país. La historia de esta batalla y de los momentos previos está narrada en 12 paneles cerámicos que se pueden ir leyendo en el casco antiguo.

Ah, por cierto, para los que la visiten a finales de agosto, apuntaros en vuestra agenda el Festival de las 3 culturas, fiesta de interés turístico para la provincia, donde la interculturalidad está presente en todas las actividades. Gracias al Festival, en 2010 el municipio fue candidato al premio Príncipe de Asturias de la Concordia, dentro de la candidatura que presentaba a los descendientes de los moriscos andalusíes como candidatos al premio. El barrio morisco mudéjar de Frigiliana y el propio Festival 3 Culturas, hicieron de embajadores de todas las localidades españolas y extranjeras con huella morisco-andalusí.

Y no os cuento más, el resto lo tenéis que descubrir por vosotros mismos.

 

 


 

Ana Morales

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