Su nombre así como el de su estirpe estarán siempre ligados al truculento episodio bíblico perpetuado por la iconografía cristiana y recogido en el Evangelio de Mateo como la “Matanza de los Inocentes”, (que se recuerda cada 28 de diciembre en España con el “Día de los Santos Inocentes”. Sin embargo, tras viajar a Israel y haber visitado algunas de sus colosales obras arquitectónicas, creo interesante ir más allá de esta leyenda bíblica y estudiar un poco más a fondo la biografía y la personalidad de este cruel y autoritario soberano.

 

La leyenda bíblica

Matanza de los Inocentes | Pinacoteca Nazionale di Bologna | Wikimedia

Esta leyenda está relacionada con una profecía del S.VIII a.c, recogida en el antiguo testamento, que anunciaba el nacimiento del futuro rey de los judíos en Belén, donde efectivamente nació Cristo. Según el evangelio de Mateo, Herodes veía peligrar su posición de poder y llegó a un acuerdo con los Magos de Oriente para que le indicasen el lugar exacto del nacimiento de Cristo y así poder deshacerse de él. Pero no contaba con que un ángel se le aparecería en sueños a José para prevenirle de las intenciones de Herodes de eliminar al niño. El mismo ángel le dijo que huyeran a Egipto y que permaneciesen allí hasta que las cosas se calmasen. De hecho, permanecerían allí hasta que el ángel les informó de la muerte de Herodes. Herodes se sintió burlado y, enfurecido, se dice que ordenó ejecutar a todos los niños menores de dos años nacidos en Belén y alrededores para intentar deshacerse así de Cristo.

Este hecho atroz tiene su antecedente directo en el episodio protagonizado a su vez por el gran enemigo del pueblo elegido: los egipcios, quienes a su vez y siempre según la tradición bíblica, ordenaron supuestamente asesinar a los bebés hebreos. El nacimiento de Moisés coincidió con un edicto del faraón Seti I para que todo varón hebreo recién nacido fuese ahogado en el Nilo. Una medida brutal que tampoco nunca se dio en la historia de Egipto, y aún menos en el reinado de Seti I, rey con fama de justo y compasivo.

Herodes I, “el Grande”,  fue una figura cruel y llena de ambición, aupado al trono de Judea con el apoyo y las simpatías de los romanos. No dudó nunca en ejecutar incluso a miembros de su propia familia para conservar el poder, entre ellos a su propia mujer, Mariamna, y tres de sus hijos Aristóbulo, Alejandro y Antípater, atendiendo meramente a rumores de conspiración contra su persona. Por ello muy probablemente un suceso como el narrado en el Evangelio de Mateo no sería nada descabellado de atribuírsele, sin embargo, la mayoría de los historiadores contemporáneos dudan de que el hecho tuviera lugar dado que no hay documentación histórica que la respalde.

 

¿Quién era Herodes El Grande?

La cuestión es que Herodes El Grande, que reinó la provincia romana de Judea durante las cuatro últimas décadas del siglo I a.c como “rey vasallo” romano fue incluso para muchos de sus contemporáneos, un tirano inmisericorde, un personaje molesto e irrespetuoso, sangriento y corrupto. El pueblo sentía que no les representaba, pues a pesar de tener orígenes judíos, este no sólo no respetaba las costumbres y leyes de la religión judía sino que además se entregó hasta su muerte a una vida de placeres, corruptelas e intrigas ampliamente conocidas que ofendió a los judíos más piadosos.
Herodes nunca se arrepintió de su gobierno absoluto, y parece que el historiador Josefo cuenta que cuando este se sabía mortalmente enfermo dio orden a Salomé (su hermana) de que tras su muerte ejecutasen a los trescientos nobles más importantes del país, encerrados en el anfiteatro de Jericó. Esta orden no se cumplió, pero la fama de su crueldad y libertinaje, aderezada por esta declaración de intenciones, fue la responsable de la inverosímil leyenda de la matanza de inocentes de Belén.

 

Herodes el gobernador

Sin olvidar lo anterior, Herodes gobernó inteligentemente durante casi cuarenta años, su gobierno se basó en un juego de diplomacia con Roma, punto focal de su política y la fuente de su autoridad, pero sobre todo con el control de las dos facciones principales de su reino: judíos y helenísticos. Herodes, “Cayo Julio Herodes”, ciudadano romano de origen judío y cultura griega, era la figura más indicada para pacificar un territorio convulso como la provincia romana de Judea. Su persona aglutinaba por un lado la figura de un monarca o basileus al estilo de los sucesores de Alejandro Magno y por otro la de un Rey de los Judíos, un defensor de judaísmo. En ese tiempo, las tres principales sectas religiosas judías (farisea, saducea y esenia) no estaban de acuerdo prácticamente en nada, pero sin embargo, todas ellas coincidían en identificarle como un elemento intruso y peligroso.

Herodes ejerció sobre Judea un poder absoluto, y sus súbditos judíos lo odiaban. Sólo para que os hagáis una idea de su falta de escrúpulos para con ellos mencionar un hecho que el historiador judeo-romano Josefo relató en sus crónicas: su intentó de saqueo de la tumba del Rey David. Décadas antes, el rey Juan Hircano había conseguido tres mil talentos bajando al sepulcro de David y apoderándose de parte de las monedas y objetos de su ofrenda funeraria. Herodes decidió imitar el ejemplo de su antecesor a causa, sobre todo, de las elevadas sumas invertidas en la construcción de Cesarea. La tumba ya había sido expoliada y lo único que consiguió fue ganarse la animadversión de los pocos seguidores que de entre los ciudadanos judíos aún lo defendían. El hecho era terrible ya que no sólo significaba la profanación de un símbolo venerado, sino que comportaba algo que la religión judía prohibía terminantemente: el contacto con cadáveres, que conllevaba impureza e impedía acercarse al Templo.

Otros hechos que marcaron su reinado fueron los grandes esfuerzos que este realizó para la romanización del pueblo judío y que obviamente tampoco eran del agrado de sus súbditos. Herodes actuaba como un mecenas, y el palacio real acogía a eruditos de todas las disciplinas y las artes bajo la influencia romana, que impulsaron un periodo de auge cultural en la región.

Herodes sentó las bases para el esplendor económico de su reino abriéndolo a la romanización, poniendo en marcha políticas para el desarrollo del comercio y de la agricultura y un ambicioso plan de construcciones, consiguiendo la expansión económica de la región.

 

Arquitectura herodiana

Pero Herodes tuvo una faceta que es la que me ha hecho bucear en su biografía, y es que a pesar de su escandalosa vida fue el mayor constructor de la historia judía. El rey Herodes, se ganó, en parte, el apelativo “el Grande” por los gigantescos proyectos arquitectónicos que emprendió, el más famoso de los cuales fue la reconstrucción del Templo en Jerusalén (hacia el año 19 a.c). Durante tres décadas, impulsó un colosal programa de edificación que incluyó medio centenar de construcciones, situadas en su mayor parte fuera del reino herodiano.

 

Cesarea

Sin duda, su proyecto de construcción más ambicioso fue, a partir de 22 a. C., la erección de la ciudad y el puerto de Cesarea Marítima sobre el emplazamiento de un antiguo puerto fenicio, la Torre de Estratón. La ciudad portuaria de Cesarea fue uno de los mayores puertos marítimos del mundo romano cuyas dimensiones llenan hoy día de asombro a los arqueólogos. Podía albergar un centenar de naves, lo que atestigua la relevancia de aquella localidad en el comercio internacional de la época.

El lugar estaba rodeado de inmensos muros que se extendían hasta más de 400 metros desde la orilla y los cimientos del puerto artificial fueron anclados al lecho marino empleando un hormigón hidráulico recién inventado e importado desde Italia. Además la ciudad incluía un templo consagrado a César Augusto, un palacio, un hipódromo, un teatro con aforo para 4.000 personas, red subterránea de alcantarillado y un sistema de acueductos que traían agua desde el monte Carmelo, a seis kilómetros de distancia.

 

Samaria

Herodes recibió como donación de César Augusto la antigua ciudad de Samaria, a la que cambió el nombre a Sebaste. La embelleció con diversos monumentos, entre los que destaca un estadio rodeado de columnatas. Asimismo erigió grandes edificios que exhibían elaborados frescos.

 

Jericó

Otro escenario de sus proezas arquitectónicas fue Jericó, ciudad ajardinada situada en el valle del Jordán, a unos 250 metros bajo el nivel del mar. Jericó gozaba  de un clima subtropical. Por esa razón, Herodes levantó allí un palacio de invierno combinando tres palacios, formando un amplio conjunto en el que cada edificio contaba con salones de recepción, termas, jardines y piscinas.

 

El Segundo Templo de Jerusalén

Sin duda, la obra más grandiosa del monarca fue la reconstrucción del templo de Jerusalén, del cual sólo queda hoy día el muro exterior conocido como «muro de las lamentaciones«. El original fue levantado por el rey Salomón siguiendo los planos que su padre David había recibido por inspiración divina. Cuatrocientos veinte años después, aquel templo había sido arrasado por los babilonios, y noventa años después, el gobernador judío Zorobabel lo había sustituido por otro más modesto. Herodes mandó realizar muchas otras edificaciones en Jerusalén, como la fortaleza Antonia, junto al templo, un palacio y tres singulares torres de varios pisos a la entrada de la ciudad.

Fortalezas

En Masada, una meseta rocosa que se alza a más de 400 metros en la orilla occidental del Mar Muerto, Herodes mandó construir una impresionante fortaleza que constaba de un elegante palacio de tres niveles con terrazas y piscinas, construido en la cara norte, así como otra residencia que se extendía sobre la cumbre plana de la meseta en la que no faltaban ni los sistemas de calefacción ni incluso letrinas con sistema de descarga de desechos.

Setenta años después de la muerte de Herodes, los rebeldes de Judea desafiaron abiertamente al opresor romano. Tras tomar Jerusalén en el año 70 d.C., y saquear y destruir el templo, las tropas romanas asediaron Masada, donde 960 rebeldes radicales zelotes se habían refugiado. Unos 15.000 soldados comandados por Flavio Silva, de la Legio X Fretensis, asediaron la ciudadela de la montaña durante casi dos años antes de poder traspasar sus defensas. Los rebeldes, supuestamente se suicidaron para no ser capturados, o al menos así lo narra el cronista Flavio Josefo.

Por último, no quiero olvidarme de Herodión, otra fortaleza situada en una elevada colina a cinco kilómetros al sureste de Belén. Construida en dos alturas, el Herodión alto comprendía un imponente palacio-fortaleza coronado por una torre de cinco pisos —hoy ruinas— que dominaba el horizonte. También albergaba la tumba de Herodes el Grande, descubierta por un equipo de arqueólogos de la Universidad Hebrea en 2007. Herodes murió el año 4 a.c. en Herodión. Los rebeldes que se sublevaron contra el gobierno romano se ocultaron allí y destruyeron la mayor parte del mausoleo como venganza por su actitud conciliadora con los gobernantes romanos de Judea.