Por definición “hutong” significa algo así como calleja o callejón en chino, pero realmente tiene un significado más amplio, usándose para designar a los barrios tradicionales construidos  en el entorno de los cascos antiguos de las principales ciudades del país. Manzanas rectangulares con construcciones de casas bajas cuyo interior confluye en un patio abierto común a todas ellas o “Siheyuan”.

Beijing, con sus dieciocho millones de habitantes, gigantescas avenidas, modernos rascacielos, y brillantes luces de neón es la imagen rutilante que los visitantes nos llevamos del país, pero en general, diría que es la misma que de cualquier otra ciudad China, todo construido a una escala desorbitada y falto de humanidad o personalidad.

De hecho, uno no deja de pensar cómo vivirá el común de los pekineses, cómo hacen para sobrevivir en una de las ciudades más caras del mundo, ejemplo de manual de lo que supone  el desarrollo frenético a cualquier precio iniciado tres décadas atrás, y que va a un ritmo tan imparable que deja a una gran parte de sus ciudadanos al margen, incapaces de adaptarse al mismo y excluidos por el mismo sistema. Por ello, si os cansáis de tanto exceso y grandilocuencia o  de visitar los lugares indispensables recomendados por cualquier guía de viaje, y buscáis el sabor del Pekín más popular, os recomiendo bajar a la tierra y pasear o hacer un tour por alguno de los hutong de la ciudad. Viajar a Pekín y no visitar ninguno de sus hutong es perder la oportunidad de acercaros a la forma de vida tradicional de los pekineses.

Según el profesor Wu Liangyong –de la Universidad Tsinghua de Pekín– la red de hutongs, “con su bajo, ondulado y arbolado skyline, con sus aromas y sonidos, es el principal rasgo distintivo de Pekín, y lo único que la hace distinta de las urbes occidentales”.

Pues como os decía, los hutongs eran los barrios que una vez albergaron a los funcionarios de la corte imperial; oficiales, nobles y hasta príncipes. Son barrios que comenzaron a construirse durante la Dinastía Yuan, en 1271, y que siguieron construyéndose durante las dinastías Ming y Qing hasta los comienzos del siglo 20. En Pekin originalmente se ordenaban en forma de círculos concéntricos a La Ciudad Prohibida,  y sólo a los  más ricos se les permitía vivir en esta zona. Mientras más lejos del casco antiguo, los hutongs se iban haciendo de calles más estrechas, y de edificios menos suntuosos y pequeños. Los hutongs más venerables pertenecen a la dinastía Qing y sus detalles elaborados en patios y remates contrastan en diseño y simpleza con la funcionalidad de los construidos después de 1949, tras la fundación de la República Popular China por Mao. Desgraciadamente, con el aumento de la población en el último siglo, los tradiciones hutongs crecieron sin orden ni concierto, convirtiéndose en espacios cada vez más insalubres y descuidados. Vistos por la población como lugares casi marginales donde habitan los fracasados, gran parte de los hutongs han sido demolidos para dejar paso a nuevas zonas residenciales y comerciales. Cada nuevo gran proyecto de la ciudad los amenaza. En el año 2000 se conservaban 4.500 callejuelas del viejo Pekín, siendo una gran parte de estas arrasadas para cumplir con los compromisos adquiridos en la organización de los Juegos Olímpicos de 2008. El capitalismo más feroz unido al férreo control del sistema comunista hizo que la mayor parte de los hutongs desaparecieran para dar cabida a todo aquello que la cita olímpica necesitaba. Hoy permanecen vivos unos 500, pero el obstáculo más grande para su supervivencia es el progreso económico, que hace que los propios chinos les den la espalda.

La economía va viento en popa, y los jóvenes demandan apartamentos occidentales, cómodos, modernos, y privados, símbolo del éxito social, por contraposición a la vida en comunidad de los hutongs. Este modo de vida característico de la sociedad china, es visto como algo caduco y pobre. Bien es cierto que muchos de esos edificios son muy viejos y muchos carecen de instalaciones modernas, como baño en las casas, y que en las calles se acumulan los trastos viejos y hasta la basura, pero sus habitantes no son todos de la clase baja. Muchos  son parte de la clase media que han elegido preservar sus barrios tradicionales en lugar de trasladarse a los modernos edificios que se pueden encontrar por toda la ciudad. Y hablamos de familias enteras compuestas por los venerables abuelos, los hijos y los nietos conviviendo y compartiendo el mismo espacio.

El gobierno, en un intento por conservar la tradición de la cultura local ha otorgado un nivel de protección especial a 25 de ellos, se ha dado cuenta de la importancia de preservar un modelo urbanístico identitario de la ciudad, aunque lo hace por los motivos equivocados, los conserva como escaparate turístico, muy lejos de su función urbana real. En cualquier caso, no hay duda de que son una especie en peligro de extinción.

Los que quedan son viviendas más o menos protegidas por el gobierno donde por lo general habitan individuos de discreta economía, llenas de escenas cotidianas: niños jugando, mujeres lavando ropa en las zonas comunes del barrio, ancianos sentados en el umbral de la casa viendo pasar a la gente  o jugando al ajedrez, familias comiendo en el exterior de la casa, pequeños negocios, y, sobre todo mucha gente a todas horas, rickshaws, bicicletas, etc etc. He podido pasear por dos de ellos que nada parecían tener en común.

Si bien todavía hay muchas zonas de Pekín donde se mantienen estos barrios tradicionales, para visitar los hutongs los turistas suelen ir a los hutongs de  Shichahai. Estos son en realidad están en torno a una zona muy comercial, con sus calles recién pavimentadas y relucientes y escaparates llenos de souvenirs, comida rápida y tiendas. Apenas se ven viviendas. Es un barrio muy animado al que se puede acceder por metro hasta la parada del mismo nombre, y que gira en torno a dos lagos: Houhai y Qianhai. Para ver viviendas hay que desplazarse hacia la Torre del tambor, por ejemplo, al hutong de Nan Luo Gu Xiang. Quizás porque yo lo visité en Diciembre y con una temperatura de -7º bajo cero, las calles estaban bastante desiertas… y como ya comentaba antes en un estado de abandono más que notable, por lo que la visita no cumplió con mis expectativas salvo porque junto a la misma Torre del tambor visitamos la casa de una señora que durante dos horas al día permite a los guías turísticos entrar con visitantes y así se gana unos dinerillos. La casa se componía de una sala de estar, una recepción y un dormitorio en el mismo ala del patio, por cuyos ventanales entraban los más que agradables rayos de sol, y, enfrentado, un espacio reducido con cristaleras que se asemejaba a una cocina. No disponía, como ya sabíamos, de baño. La casa llevaba en su familia más de 6 generaciones y necesitaba una reforma integral allá donde mirases, pero me gustó ver la vida desde ese patio lleno de posibilidades y de jaulas de pájaros. Sin lugar a dudas, para la gente más mayor es el único sitio amable de la ciudad. Según ella misma nos comentó, la vida en el hutong es una vida en comunidad donde los vecinos se ayudan en todo, se reúnen cada día, juegan al mahong y al dominó, hacen juntos tai-chi, es una vida activa en contraposición a la vida que tendrían en un bloque de nueva construcción donde nadie conoce a su vecino ni le importa nada.

Hutongs destacados

Hutongs de Jinsitao: Estas antiguas callejuelas muestran el Pekín más tradicional además del Templo de Jinghai y el Convento de Fengtai.

Hutongs de Quianmen: Al sur de la Plaza de Tiananmen, los hutongs de Quianmen reúnen diferentes áreas comerciales, culturales y de entretenimiento. La zona de Quianmen albergó, durante siglos, el ‘barrio rojo’ de la capital china y también la mayor parte de los teatros de ópera. Mientras que en el norte los hutongs son anchos y ordenados, el sur presenta las callejuelas más estrechas y desordenadas. Destacan el Hutong de Jiuwan (el más retorcido), el Hutong Qianshi (el más estrecho) y el Hutong Sanmiao (el más antiguo). Hacia el este, ya en pleno Quianmen, sobreviven Hutongs muy auténticos como Qunzhi, Bada o Dajiang.

Hutongs situados entre la Torre del Tambor y el Lago Shichahai: Tranquilas callejuelas alejadas del mundanal ruido de Pekín.

Lo dicho, los callejones pequineses resisten la presión urbanística preservando los pocos restos de la vida cotidiana anterior a la Revolución Cultural, y a menos que alguien idee la manera de integrarlos sin destruir su esencia, irán desapareciendo, y los que queden, ya no serán hutongs, sino parques temáticos para turistas.