No son los eunucos una figura única o exclusiva del imperio otomano. De hecho, estos han existido en distintas culturas y civilizaciones a lo largo del planeta.
El uso de eunucos como consejeros cercanos del soberano, por un lado, y como guardianes del harén, por el otro, se remonta a la antigüedad en la región mediterránea, al menos hasta el imperio asirio. Entre los imperios islámicos, el uso de eunucos de África oriental como guardianes del harén se remonta hasta los abasíes. Por no hablar de la corte imperial china, mucho más alejada, donde para acceder al cargo muchas personas aceptaban someterse voluntariamente a esta operación necesaria para disfrutar de los beneficios de su cargo.

¿Por qué africanos?

El propósito de este post es explorar el rol del Eunuco Jefe en el harén Imperial de Estambul. Estas personas, aunque esclavas, y privadas forzadamente de sus atributos masculinos, llegaron a alcanzar y desplegar grandes cotas de poder, y un profundo conocimiento de los entresijos del palacio que pocos, como ellos, tenían a su alcance.

Los otomanos adoptaron el uso de eunucos influenciados sin duda por las prácticas bizantinas y selyúcidas.

A finales del siglo XV, una buena proporción de los eunucos que custodiaban el harén en el Palacio Viejo, en tiempos del sultán Meḥmed II, eran africanos. Este hecho está, sin duda, relacionado con la facilidad para obtenerlos.

Los otomanos habían conquistado Egipto en 1517, y, por lo tanto, tenían acceso directo a las rutas de comercio de esclavos a través de Sudán.

Con la conquista del Hijaz (1517) y de Yemen (1538), el Mar Rojo se convirtió en un virtual lago otomano, a través del cual a menudo se transportaba a los eunucos etíopes. También la costa de Etiopía y parte de lo que ahora es Sudán quedaron bajo control otomano en la década de 1550, durante el reinado de Solimán. Y desde entonces hasta la década de 1820, las dos rutas clave de las caravanas de esclavos a través del este del Sahara se encontraban en gran parte en territorio controlado por los otomanos. En 1857, el comercio de esclavos fue prohibido en el Imperio Turco y con ello acabó también la castración organizada.

Los etíopes eran particularmente apreciados entre los eunucos africanos, al igual que entre las mujeres y niñas por su belleza e inteligencia. El reino de Etiopía tenía una larga tradición de emplear eunucos en la corte que procedían del propio territorio del reino.

 

Los eunucos de Topkapi

El Palacio de Topkapi en Estambul albergaba el harén imperial desde que un incendio destruyó el harén inicialmente instalado por Mehmed II en el Palacio viejo. Fue Roxelana, en 1534, la que consiguió que este traslado inicialmente temporal se convirtiese en un traslado definitivo.

El harén contenía las habitaciones privadas de la madre del sultán otomano, las concubinas y las hermanas e hijas solteras, junto con un verdadero ejército de funcionarias, que presidía el eunuco jefe en funciones.

Topkapi albergaba dos cuerpos separados de eunucos: los eunucos que custodiaban el harén, o “Morada de la Felicidad”; y los eunucos que custodiaban el acceso frente a la sala de audiencias del sultán, conocido como el «Harén masculino«, es decir, el Tercer Patio del palacio, que estaba restringido al sultán. Estos últimos eran principalmente esclavos balcánicos, no africanos.

Aunque las cifras exactas son imposibles de determinar, el número de eunucos palaciegos alcanzó su punto máximo a finales del siglo XVI, durante el reinado de Murad III (1574-1595), (unos 600-800 eunucos en el harén para una población de quizás 1.200 mujeres).

 

¿Por qué eunucos?

Según la tradición musulmana, ningún hombre podía poner sus ojos en el harén de otro hombre, por lo tanto, la custodia de la santidad del harén se encomendaba a ellos, al ser considerados “menos que un hombre” no representaban ninguna amenaza, al tiempo que su condición de castrados les suponía incapaces de «ser tentados» por las mujeres del harén.

El eunuco jefe del harén, jefe de este gran cuerpo de eunucos predominantemente de África oriental que servían en el harén del Palacio de Topkapi, se convirtió en una figura crítica en la política otomana hacia fines del siglo XVI. Este aumento de su influencia coincide con el inicio de lo que suele llamarse el “declive” del Imperio Otomano, y con un período de afirmación política por parte de las madres de los sultanes y concubinas favoritas denominado el “sultanato de las mujeres”.

Los historiadores coinciden en que es esta una época de profunda crisis: militar, fiscal y demográfica.

También estuvo marcada por una crisis en la reproducción dinástica: específicamente, la falta de príncipes lo suficientemente mayores y mentalmente competentes para gobernar, y los consecuentes temores por la supervivencia de la dinastía otomana. El vacío de poder resultante fue suplido por la madre del sultán y el eunuco jefe del harén, que con frecuencia era su aliado político. En consecuencia, la madre del sultán y el eunuco principal del harén se convirtieron en las principales influencias del tierno y futurible sultán, que podía ser modelado como la arcilla fresca.

Los temores por la supervivencia de la dinastía llevaron incluso al abandono de la tradición de enviar príncipes a gobernar provincias para aprender el arte de gobernar, y también de la tradición fratricida según la cual un nuevo sultán ejecutaba a sus hermanos para evitar la competencia por el trono.

Cuando alcanzaban la madurez, y muchos de ellos llegaron a la madurez, ya que su cuello no corría peligro, se mudaban a unas habitaciones en la parte trasera del complejo del harén conocido como Ḳafes o Las jaulas, donde se encerraba a los herederos hasta la ancianidad.

Los príncipes, por tanto, comenzaron a educarse en el harén, y el jefe eunuco del harén junto con la madre del sultán, supervisaban tanto su educación como sus perspectivas.

Podemos fácilmente imaginar que mientras estaba en el cargo y en la residencia del Palacio de Topkapi, el jefe del harén eunuco tenía una gran influencia por su pertenencia a la casa del sultán. Incluso que tenía sus propias redes de “patrocinio”, pudiendo con sus alianzas, poner y deponer en el cargo a otros eunucos jefes del harén. En el apogeo del poder del puesto en los siglos XVII y XVIII, era un visir de primer rango y quedaba tercero en la jerarquía estatal, tras el primer ministro del Imperio, el gran visir, y la principal autoridad religiosa, el sheikh ul-Islam.

También podemos pensar que, dado que los asuntos “de alcoba” y de sucesión estaban controlados por los eunucos negros, la parcela de poder del eunuco blanco estaría probablemente ligada a la maquinaria y burocracia de la Corte. Efectivamente, el Jefe eunuco blanco (Kapı Ağası), estaba al cargo de no menos de 300 eunucos blancos como jefe del ‘Servicio Interior’. Sus funciones pasaban por el control de todos los mensajes, peticiones y documentos estatales dirigidos al Sultán. Como Jefe de la escuela del palacio, portero en jefe, jefe de la enfermería y maestro de ceremonias del serrallo, era originalmente el único al que se le permitía hablar con el sultán en privado.

Sus funciones fueron transferidas en 1591, de los eunucos blancos a los eunucos negros, ya que se observaba demasiada malversación e incluso algunas fechorías atribuidas a los eunucos blancos.

 

Ḥabeşī Meḥmed Agha, “el abisinio”

Se convirtió en el primero en ostentar el título de Darüssaade Ağası o Eunuco jefe del harén imperial del Imperio Otomano. La creación de la oficina del Darüssaade Ağası estuvo directamente relacionada con el antes mencionado período de “crisis y adaptación” del Imperio Otomano, que comenzó a fines del siglo XVI y se extendió hasta el siglo XVII.

Ḥabeşī Meḥmed fue Jefe de los eunucos del harén desde la entronización de Murād III en 1574. En ese momento ya era una persona influyente que tenía muchos clientes dentro del palacio, algunos de los cuales más tarde se convirtieron en visires, por lo que no adquirió su influencia como resultado de haber sido nombrado Jefe eunuco del harén; más bien, recibió el puesto como resultado de la influencia que ya ejercía en la corte otomana.

Quizás el ejemplo más llamativo de su influencia es su mezquita y el complejo de la tumba en el barrio de Çarşamba, que se encuentra en el distrito de Fatih de Estambul, justo al sur del Cuerno de Oro. Junto con la Mezquita de Fatih, y la Mezquita del Sultán Selīm I, su mezquita, construida en estilo otomano “clásico” fue encargada a Dāvūd Agha, el aprendiz del gran Sinan y eventual sucesor de él como arquitecto de la corte.  Esta fue decorada con costosos azulejos de Iznik, algo que solo los más poderosos podían hacer.

Estas tres mezquitas contribuyeron a marcar esa parte de la antigua capital bizantina como un sitio del islam sunita. Pensemos que esta área había sido el cuartel central de la Constantinopla bizantina: el sitio del Patriarcado greco-ortodoxo; el Foro del Emperador Teodosio, más tarde la ubicación del Palacio Viejo y, en última instancia, de la Universidad de Estambul; y, más cerca de la mezquita del propio Habeşī Mehmed el palacio de Blaquernae, que los emperadores bizantinos utilizaron desde 1081 hasta la conquista otomana.

Ḥabeşī Meḥmed tuvo además un impacto considerable en la producción cultural del palacio otomano al encargar importantes manuscritos.