De la entrada de hoy es autora Ana Morales, del blog Cuaderno de Viajes. En su apasionado artículo nos habla de su condición de viajera empedernida y su amor tardío por Marruecos, ilustrando que nunca es tarde si la dicha es buena.

Por Ana Morales © Copyright 2015 – Todos los derechos reservados

“Viajar alimenta el alma”, “Viajar destruye prejuicios”, “Viajar es lo único que compras y que te hace más rico”

Cualquiera de las anteriores frases expresan al 100% lo que es viajar para mí. Es vivir una vida más rica, más consciente y con más color, llena de experiencias. Viajar nos da una visión más amplia del mundo, más personal y más tolerante. Y sobre todo nos cura de muchos prejuicios. Es un tónico benéfico que todos deberían probar.

Viajar ha guiado mis pasos y mis intereses desde hace más de quince años. Hoy por hoy es una parte muy importante, casi esencial de mi vida y no concibo la vida sin poder hacerlo. Hay quien para ser feliz necesita cambiar su coche cada tres años, o de televisor, o tener el último modelo de móvil. Yo no necesito nada de eso, lo respeto, pero sin duda prefiero acumular experiencias a acumular bienes, tengo claro que es lo único que nadie me puede quitar y lo único que nos vamos a llevar de nuestro paso por este mundo. ¿No os habéis dado cuenta de lo largos que son los días cuando estáis viajando? ¿De la cantidad de momentos, sensaciones y lugares que pueden tener cabida en las mismas veinticuatro horas que generalmente son todas iguales? Es una sensación estupenda la de no saber en qué día estamos o la de creer que llevamos más tiempo en un sitio del real, sólo por el hecho de haberlo vivido tanto.


Desde que hace ya algún tiempo viajé casi de rebote a Bali, el oriente ha sido y sigue siendo un reclamo continuo para mí. Asia, ha sido durante años el lugar de mis sueños, ese en el que una es enteramente feliz, en el que una cultura tan distinta en todos los aspectos a la nuestra no para de maravillarme y de dejarme siempre con ganas de volver.

No soy gran conocedora de África, y hasta hace unos tres años, el único país del continente que había conocido era Egipto. Pero un día se cruzó en mi camino Marruecos. A veces, los mayores descubrimientos están como quien dice a la vuelta de la esquina. Demasiado a menudo no prestamos atención a lo que nos rodea, y viajamos muy lejos en busca del exotismo, la aventura y la magia que no existe en nuestra vida cotidiana. Es la condición humana, no valoramos de igual modo aquello que es fácilmente accesible, y por ello mucha gente no se ha dado cuenta de que todo eso lo tenemos muy cerca.

Mi pasión por Marruecos ha sido tardía. Durante años lo contemplé desde la lejanía, desde lo alto de la gran duna de Valdevaqueros, en Tarifa, y no dejaba de preguntarme cómo sería el otro lado. El paisaje dominado por las cumbres del Rift no parecía distinto, y el océano era el mismo, ¿tendrían unas playas como estas de Cádiz “al otro lado”? ¿Habría alguien sentado en algún mirador preguntándose lo mismo de España? Marruecos era una incógnita.


Eso cambió cuando mi marido, fotógrafo profesional, participó en un taller fotográfico en el sur de Marruecos, el desierto, las kashbas, los poblados bereberes, los palmerales, las dunas… yo no le pude acompañar porque estábamos a tope de trabajo. Iba a ser el primer viaje que no hacíamos juntos y la verdad es que me contrarió no poderle acompañar, pero cuando no puede ser, no puede ser. Él vino encantado de su paso por tierras marroquíes, con unas fotografías de ensueño y hablando y contando anécdotas de los lugares y las gentes que había conocido. Curiosamente, dos semanas después, y para la sorpresa de todos, mi empresa decidió prescindir de casi la totalidad de su plantilla, entre ellos yo misma. Entonces decidí que era el momento perfecto para hacer ese viaje que no pudimos hacer juntos, y fue dicho y hecho.

Mi primer viaje a Marruecos fue precipitado y en un viaje organizado, sin tiempo ni para leer sobre los sitios que veríamos ni para comprar la consabida guía de viajes. Decidí que aunque no fuese mi estilo de viaje no era una mala idea el que por una vez me llevaran de la mano a los sitios, me organizasen el alojamiento, y quizás hasta alguna excursión. Y así fue. Hicimos un recorrido por las ciudades imperiales, que fueron un descubrimiento. Antes de acabar el viaje ya sabía que no tardaría en volver. Quedé atrapada por las antiguas medinas donde el tiempo parecía detenido, por el misterio de sus laberínticas calles que encierran tantas maravillas, por el color, la luz, los antiguos oficios, la gente. No era, en absoluto ese lugar inseguro y hostil, en el que tantos me habían vaticinado que a poco que me descuidase me podría pasar cualquier cosa.


A raíz de esta primera toma de contacto, me empecé a interesar por otros aspectos de su cultura y de la historia contemporánea del país, y esto me llevó a conocer las ciudades del antiguo protectorado español en el norte de Marruecos. Aquí fue donde conocí a Mariluz, de SienteMarruecos, que nos ayudó mucho en la organización de un viaje que fue sencillamente estupendo, y en el que conocimos a gente maravillosa y con la que seguimos manteniendo el contacto.

Marruecos está, desde entonces, entre mis destinos preferidos, y además valoro mucho la accesibilidad y la facilidad que hay para viajar allí. No es necesaria mucha planificación. Que viene un puente o un fin de semana largo, Marruecos siempre merece la pena por lo cerca que está, especialmente para los que vivimos al sur del sur. 50 minutos de ferry para cambiar de mundo, para evadirme y sentirme tan a gusto como si visitase a un viejo amigo a un familiar. Marruecos seduce por mil y una razones, tradiciones, cultura, paisajes y lugares mágicos, gente estupenda y hospitalaria. Exotismo, sensualidad, vida. Tan cercano geográficamente pero tan lejano y desconocido para muchos.


Si hay algo que he aprendido visitando Marruecos es lo mucho que los prejuicios nos limitan. Ponemos barreras a la gente que viene de allí, cuando sin embargo a nosotros nos tratan tan bien. Marruecos es Marruecos, y si hay algún consejo que pueda dar a aquellos que se plantean conocerlo es que lo visiten con la mente abierta, aceptando su realidad, y comprendiendo que esta es parte de su idiosincrasia. Demasiadas veces he tenido, incluso con gente cercana, conversaciones sobre Marruecos en las que se hacen tremendos juicios de valor (defendidos encarnizadamente), sobre temas que se desconocen por completo. Los medios de comunicación nos manipulan, mostrando una realidad sesgada y parcial. Es muy saludable sacar el espíritu crítico y cuestionarse las cosas.

Todas las fotografías incluidas en esta entrada son propiedad de Francesc Morera