Víctor Hugo escribió una frase eterna: “Errer est humaine, flâner est parisien” (errar es humano, pasear sin rumbo es parisiense). Eso es lo que os propongo hacer en una visita de medio día a Montmartre, dejaros llevar por vuestros pies. Yo os voy a dar alguna pincelada para que os ubiquéis pero todo lo demás…dejádselo a vuestra intuición.

Apuntes de historia

Antes de convertirse en el XVIII distrito de París, Montmartre era un pueblecito pintoresco lleno de pequeñas granjas, molinos de viento, y viñedos que se fue transformando al acoger  a las familias humildes provenientes de provincias que llegaron a la capital durante la revolución industrial.

La muralla que entonces separaba Montmartre del resto de la ciudad se ubicaba donde hoy está la Place Pigalle. Montmartre comprende dos zonas muy distintas: en torno a dicha plaza reinan las luces de neón de los sex-shops, uno tras otro, y algunos cabarets entre los que destaca el mítico Moulin Rouge. Tras subir hasta la Basílica del Sagrado Corazón se llega hasta el Montmartre más bohemio.

Hacia finales del S.XIX, los numerosos burdeles y cabarets habían dado una fama a Montmartre de distrito sórdido y depravado, que sin embargo se convirtió en un reclamo y hogar temporal para artistas de la talla de Pissarro, Toulouse-Lautrec, Van Gogh, Modigliani, Picasso, Apollinaire, o Max Jacob entre otros muchos. Por ello a Montmartre se le conoce popularmente como el “barrio de los pintores”.

Los artistas vivían e instalaban sus talleres allí y se reunían en lugares como el café Guerbois, el café de l’Ermitage o el cabaret Lapin Agile… atraídos por un coste de la vida asequible, un cierto grado de anarquía y el vino barato (sí, resulta que en Montmartre se producía vino y que este estaba exento del impuesto al vino de París). Por ello el pueblo estaba lleno de locales al aire libre popularmente conocidos como guinguettes donde el alcohol barato fluía profusamente y donde se bailaba y alternaba despreocupadamente. Retratar el ambiente festivo de estos lugares se convirtió en casi un tópico en las obras de Lautrec, Renoir o Van Gogh entre otros.  Así pues, en Montmartre se formó una gran comunidad artística, y floreció una animada cultura de cabaret, a la cual podremos seguir el rastro si nos desviamos un poco del recorrido más típico de Montmartre.

 

El barrio

Si llegáis a Montmartre en el metro, (parada Abbesses) el primero de los lugares que os saldrá al encuentro es el famoso (por obra y gracia de Instagram) muro de los Te quiero. Se halla en un jardín a escasos metros de la salida del metro. (Place des Abbesses, en el jardín Jehan Rictus) Siempre está lleno de multitudes tomándose la foto con los “te quiero” en más de trescientos idiomas de fondo, así que aquellos que busquen pruebas de que París es la Ciudad del Amor ya saben, deben dirigirse directamente allí.

El siguiente punto álgido de la visita a Montmartre es como no, el Sacré-Coeur, que es el monumento religioso más visitado de París después de la catedral de Notre Dame y un lugar de peregrinaje. Situado en lo alto de la colina Butte du Montmartre, (“monte de los mártires”,) esta colina ya estuvo ocupada por varios templos en tiempos romanos, y se cuenta que el mártir San Denis, que llegó en misión evangelizadora a la Galia, fue decapitado en este mismo lugar en el siglo tercero.

Os aconsejo que si no tenéis prisa paseéis hasta allí, iréis en continuo pero asequible ascenso por recoletas calles con aire de pueblo hasta que por fin veréis aparecer la enorme cúpula blanca que ya habíais contemplado antes desde casi cualquier punto de París. Tendréis por delante 197 empinados escalones. Entonces tendréis que decidir si lo hacéis tomando el Funicular de Montmartre, o lo hacéis subiendo a pié. Una vez arriba y desde su último tramo de escaleras obtendréis una de las vistas más bonitas de París. Desde esta posición elevada, el ajetreo de la gran ciudad a los pies parece quedar muy lejos.

La basílica, de estilo romano-bizantino, o neobizantino es obra de Paul Abadie, comenzó a construirse en 1875 y se finalizó en 1914. Fue consagrada como basílica a los cinco años de su construcción, en 1919. El exterior destaca por su inmaculado color blanco, que parece no verse afectado por el humo del tráfico ni de la polución. ¿Cuál es el secreto? Parece que las piedras calizas usadas en su construcción secretan una sustancia blanca, que bajo la acción de la lluvia ilumina con más fuerza el edificio.

El exterior del templo me trae a la cabeza la escena de los evangelios en la que Cristo entra en cólera y se pone a expulsar a los vendedores del templo, es un abarrotado mercado improvisado donde manteros africanos venden al peso llaveros y souvenirs baratos, distintas empresas te abordan para venderte tours, y los turistas amenazan con sus palos de selfies en cada hueco disponible. El templo está siempre a tope y hay que soportar largas colas para entrar. En el interior, mencionar que el ábside está decorado con un mosaico de 480 m² de Cristo en majestad que es el más grande de Francia. El Campanile (campanario) tiene la campana más famosa del país: «la Savoyarde», de 19 toneladas. Si tenéis la suerte de coincidir con alguna misa cantada, como me ocurrió a mí, os daréis cuenta de que no os apetece seguir al rebaño sino simplemente apartaros, sentaros y dejar que los bellos cánticos os envuelvan y los robustos muros de piedra os den solaz. Lo demás es un sinsentido, es una perversión de lo que debería ser visitar un lugar sagrado como este. Es el mejor recuerdo que tengo del Sacré-Coeur. Ah, y mi hija dormida como una bendita arrullada por ese coro celestial.

Por último sabed que es posible subir a su torre de 83 metros para tener vistas aéreas de París, aunque personalmente creo que no son las mejores vistas.

Cuando:La Basílica abre todos los días desde las 06:00-22:00 horas y la entrada es gratuita.

Dónde; Parvis du Sacré-Coeur – 35 rue du Chevalier de la Barre – 75018 Paris

Cómo llegar: • Metro: línea 12 (Abesses, Pigalle o Jules Joffrin) y línea 2 (Anvers). Desde ahí se puede ir a pie o subir en el Montmartrobus o en el Funicular de Montmartre. • Autobús: nº 30, 31, 80 y 85.

La Place du Tertre está ubicada a unos doscientos metros del Sagrado Corazón en uno de los puntos más elevados de la ciudad de París. Montmartre es víctima de su celebridad y como todos los lugares demasiado turísticos, sufre las consecuencias que se concentran principalmente aquí, en la Place du tertre. Esta plaza, que antaño fue el corazón del barrio, lugar de encuentro y reunión de artistas y bohemios, y cuna del Impresionismo es hoy uno de los lugares más visitados de París, (hablamos de diez millones de visitantes al año concentrados en los meses más cálidos). Semejante filón ha supuesto que todo el entorno de la plaza haya sido lamentablemente convertido en un escenario pensado por y para el turista, mercantilizado y masificado, donde los restaurantes pugnan por sentar a su mesa a los potenciales clientes, los pintores te abordan ofreciéndote sus servicios artísticos y las calles aledañas están llenas de tiendas de souvenirs. (Por cierto, dicen que aquí se pueden comprar los souvenirs más baratos de París, cosas de la competencia, así que tomad nota).

Dicho todo esto, no pretendo desmotivaros, sino simplemente poneros en antecedentes. Sabed que hoy en día todo el barrio está declarado oficialmente distrito histórico. Montmartre como dije antes, no fue anexionada a París hasta 1860. La plaza está rodeada de edificios del siglo XVIII, en el número 3 una placa indica que allí estaba el antiguo ayuntamiento de Montmartre. El centro de la misma se halla ocupado por las terrazas cubiertas de los restaurantes, que le restan autenticidad y visibilidad al conjunto. Y en torno a las terrazas están los puestos de los pintores, con sus trabajos expuestos en caballetes y muchos de ellos trabajando en vivo realizando retratos al carboncillo o con otras técnicas a aquellos que se quieren llevar un recuerdo más duradero y especial de su paso por París. Fue aquí donde en 1956 Salvador Dalí pintó su famoso Don Quijote con un cuerno de rinoceronte, ante los ojos atónitos de los turistas.

Museos: Si queréis contemplar arte en mayúsculas tomad nota de que el “Espace Salvador Dali” expone unas 300 obras del pintor de Figueras, el Museo de Montmartre reúne obras de numerosos artistas que vivieron aquí y el Museo de Arte Naïf Max Fourny muestra casi 600 obras de arte naïf.

A 50 m de la plaza se halla la Iglesia de Saint-Pierre-de-Montmartre. Esta iglesia del s. XII, son los restos de la gran abadía de Montmartre, y es una de las iglesias más antiguas de París. Construida sobre un santuario merovingio, el edificio fue remodelado en los siglos XV y XVIII. La gente suele pasar de largo atraída por el bullicio de la plaza así que aquí no encontrareis ninguna aglomeración.

Dónde: 2 Rue du Mont Cenis – 75018 París

Cuando: Abierto todos los días de 9:00 a 19:30, excepto los viernes de 9:00 a 18:00.

Muchos posiblemente acabarán su visita aquí pero ni siquiera atisbarán lo que fue el Montmartre que todos deseamos encontrar, el Montmartre que quizás más ha contribuido a crearnos la idea del París bohemio por encima de sus grandes monumentos o sus deslumbrantes avenidas.

Desde aquí os aconsejo desmarcaros de la masa y adentraros en sus calles serpenteantes y adoquinadas sin prisa para disfrutar un poco “del otro Montmartre”.

Coged la Rue du Mont Cenis, girad a la izquierda en Rue Cortot para visitar el Museo del viejo Montmartre, y si no os interesa seguid por la calle Rue des Saules, a la derecha tendréis el último viñedo de París, (bodega  Clos Montmartre) y el legendario Cabaret Lapin Agile, cuya clientela habitual era Modigliani, Picasso o Apollinaire. Subiendo la calle que deja el viñedo a la izquierda y girando la primera a la derecha, encontrareis  la Rue de l’Abreuvoir, que a pesar de la destrucción de parte de las antiguas casas del pueblo, sigue siendo una de las más bonitas y pintorescas de la Butte. La calle sigue la ruta de la antigua carretera que conducía al abrevadero donde los habitantes del pueblo conducían sus animales. Con sus fachadas cubiertas por la hiedra y los fragantes jardines entrevistos entre las verjas de forja nos transporta lejos de París, a una villa encantadora. Os llamará la atención una casa pintada de verde y rosa en el número 12, la Maison Rose, un antiguo restaurante igualmente frecuentado por los artistas antes mencionados que sigue abierto y donde vivió el pintor Maurice Utrillo. Casi todas las otras casas están enlistadas por el Plan de Protección del Patrimonio Urbano.

Al final de la calle llegaremos a la Place Dalida, en honor de la famosa cantante, quien vivió en el nº18 de la Rue D´Orchampt  hasta que se suicidó en el año 1987. Desde aquí si cogéis la Rue du Girandon unos ciento cincuenta metros adelante os encontrareis con el Moulin de La Galette, (nº 83 Rue Lepic) uno de los dos únicos que quedan ya en Montmatre de los quince que llegó a haber. La Galette pasó de ser un molino abandonado a convertirse en uno de los templos del ocio bohemio parisino y Renoir lo inmortalizó en el lienzo del mismo nombre en 1876, convirtiéndose en un testimonio de la vida en el París de finales del siglo XIX. También Toulouse Lautrec lo pintó. Hoy en día es un restaurante.

Desde aquí podéis visitar el famoso cementerio de Montmarte donde reposan los restos de personajes célebres como Stendhal, Émile Zola, Gustave Moreau, Berlioz, o Dalida entre otros. Cogiendo el Montmartrebus nº 80, son sólo dos paradas, menos de 5 minutos y un paseo de unos 400 metros, menos de quince minutos en total. (20 Avenue Rachel, 75018 Paris).

Si no deseáis visitar el cementerio, desde ahí cogemos la Rue Norvins y caminamos unos doscientos metros llegaremos a una zona encantadora y llena de tipismo, un escenario de película para de nuevo complacer los ojos de los visitantes, ávidos de atisbar esa esencia bohemia del barrio, con el Café Montmartre, el restaurante Le Consulat, (uno de los más famosos de París) y en la esquina de enfrente en la Rue  Saint Rustique, el precioso café/posada/restaurante Le Bonne Franquette, también hogar y lugar de tertulia de todos los artistas de la época. En 1876, Renoir pintó en este sitio su famoso cuadro «Le Bal du Moulin de la Galette”. Van Gogh, que pasó dos años en Montmartre donde realizó más de 200 obras, pintó su famosa pintura “La Guinguette”, en el jardín del restaurante que se convirtió en La Bonne Franquette.

Si seguís hacia adelante la calle llegareis de nuevo a la Place du Tertre desde donde podéis comenzar el descenso al Montmarte de los sex-shops y de los espectáculos nocturnos. La buena noticia es que el camino que antes fue de subida ahora es totalmente de bajada y que si habéis pasado el día en lo más alto de Monmartre, cuando bajéis a las  proximidades de la Plaza Pigalle el ambiente y las luces de neón os darán la bienvenida.

 

 


 

Ana Morales

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