Lo primero que quiero decir es que 24 horas en Santander se os harán terriblemente cortas. Una vez que aterricéis y llevéis cinco minutos paseando por la ciudad os daréis cuenta de que son del todo insuficientes para disfrutar de todo lo que esta os puede ofrecer. Os garantizo que no querréis marcharos.

Santander es una ciudad de tamaño mediano, ordenada, limpia, bonita, cuidada y llena de recoletos jardines desde donde contemplar sin prisas el omnipresente mar Cantábrico. Sus inmensas playas urbanas, de arena fina y dorada, son un espectáculo tanto si el mar está en calma como si está bravo y azota sin piedad su costa. Si tenéis la suerte, como tuve yo, de visitar Santander en un día soleado de otoño, cuando las hordas de turistas ya han regresado a sus países, os daréis cuenta de lo agradable que es la ciudad.

Hoy os propongo algunas actividades asequibles para una estancia de 24 horas en la ciudad, para que cada uno decida cuál podría ser su itinerario, sin contrarrelojes, sin estrés.

 

Desde las playas de el Sardinero hasta el Faro de Cabo Mayor

Como os decía, uno de los atractivos de la ciudad es el mar, y la relación que la gente tiene con él. Me sorprendió ver a bastantes personas caminando, bañándose o haciendo ejercicio antes de la salida del sol. Con la bajamar la orilla encharcada se convierte en un bruñido espejo en el que los primeros rayos del astro rey se reflejan, ofreciéndonos un espectáculo de colores digno de admirar. Creo que la mejor forma de comenzar el día en Santander sería viendo el amanecer desde la playa del Sardinero, con la península de la Magdalena al fondo y la isla de Mouro. Podéis sentaros a contemplarlo desde los bancos de los jardines de Piquio o caminando por la arena, como gustéis.

La segunda actividad que os propongo, después de un comienzo de día tan estupendo, es una caminata hacia el extremo noreste de la ciudad, bien por el paseo marítimo, bien por la misma playa para seguir la senda de Mataleñas, un recorrido por lo alto de los acantilados  que os llevará hasta el faro de Cabo Mayor, en servicio desde 1839.

Es un recorrido sencillo, corto, y lleno de panorámicas preciosas de la bahía de Santander. Os tomará un par de horas si lo hacéis a la ida por la senda de la costa, rodeando el campo de golf y la espectacular playa de Mataleñas, y regresáis por el interior siguiendo la carretera que os devolverá de nuevo a la playa. Las escaleras de acceso parten de la rotonda que hay cerca del hotel Chiqui. Quizás haya quien disponga de coche y prefiera no caminar, de hecho en coche son 5 minutos desde esta misma rotonda, pero creo que lo bonito de este paseo es sin duda, el paseo mismo, las vistas impresionantes del paisaje, de la ciudad, las playas escondidas que veréis, los acantilados y la naturaleza verde, sólo para vosotros. El final del recorrido es el bonito Faro de Cabo Mayor. Aquí tendréis una cafetería donde reponer fuerzas antes de iniciar el regreso.

 

Desde la península de la Magdalena hasta la Catedral

Una vez de nuevo en el paseo marítimo, nuestra siguiente parada será la península de la Magdalena, uno de los lugares más bonitos y visitados de Santander. Os aconsejo coger el autobús número 1, que os parará a la entrada, y así reserváis energía para pasear por dentro del recinto. Si lo camináis serán unos 3 kilómetros de agradable paseo contemplando las vistas del mar y las fachadas de las casas señoriales de la Avda. de la Reina Victoria que jalonan toda la primera cotizadísima línea de playa. Pasareis por delante de dos edificios muy reconocibles y emblemáticos de la ciudad, el Gran hotel Sardinero, y el Casino con su blanca fachada orientada al mar. Y ya cerca de la entrada a la Magdalena veréis una pequeña playa conocida como playa del Camello en lo alto de cuyo pequeño islote veréis la escultura de Neptuno niño.

La península de la Magdalena es un terreno boscoso rodeado por el mar que el ayuntamiento de Santander regaló a Alfonso XI en torno al 1907. En este entorno privilegiado, el ayuntamiento, las familias pudientes de la ciudad y las microdonaciones de la gente común hicieron posible la construcción terminada en torno a 1913, de un palacio donde la familia real pasaba las temporadas de verano, practicando sus aficiones preferidas; navegar y jugar al polo. Su presencia atrajo a las clases altas del resto del país, que también establecieron Santander como su lugar preferido de vacaciones.

En 1977 Juan de Borbón lo vendió a la ciudad por 150 millones de pesetas, un proceder algo mezquino según mi opinión, puesto que fue un regalo de la ciudad y hubiese sido mucho más apropiado devolverlo a ella, pero la pela es la pela, por tanto, hoy en día este espacio vuelve a pertenecer de nuevo y por derecho a todos los santanderinos, siendo un lugar donde se pasea, se imparten cursos de verano, se acogen exposiciones, bodas, etc. Así pues, uno de los puntos más interesantes del recorrido es visitar el emblemático Palacio de la Magdalena. Unas escaleras de madera rodeadas de frondoso bosque y de vistas al mar os llevarán a él. Pasear por allí es gratuito, visitar el edificio por dentro, requiere de entrada. Es realmente bonito, y no cuesta nada entender por qué Santander se convirtió en un enclave de veraneo de las clases pudientes de la época. Seguro que a algunos os sonará su fachada pues aquí se rodaron hace algunos años los exteriores de la famosa serie de televisión «Gran Hotel».

Otra de las actividades que podéis hacer allí, sobre todo si vais con niños es acercaros a ver el mini-zoo público y gratuito, ubicado en la subida que hay a la izquierda tras entrar al recinto. Allí podréis ver focas, leones, marinos y pingüinos. Unos metros más arriba veréis una pequeña exposición de varios barcos de madera, se trata del Museo del Hombre y la Mar, un museo naval al aire libre cuya entrada es también gratuita. Estos barcos, contra lo que pueda parecer, no son réplicas, son barcos donados por el cántabro Vital Ansar, quien imitando a Colón, en 1977 se echó a la mar y, con la ayuda de estos 3 galeones, surcó el Océano Atlántico. También encontraremos una escultura de una sirena, réplica del mascarón de proa del barco del navegante y cartógrafo Juan de la Cosa.

Saliendo del recinto, podéis de nuevo coger el autobús, pero yo os recomiendo que si no estáis muy cansados caminéis, de nuevo siguiendo el paseo marítimo, así os impregnareis de ese ambiente de principios de siglo de las bellas casas con jardín que se suceden una tras otra, apreciareis otras playas no tan famosas como las del Sardinero pero igualmente bonitas y veréis un poco más de la ciudad. Sino, el bus nº1 os sigue sirviendo para continuar con el recorrido.

Lo siguiente que os llamará la atención es el edificio de festivales de Cantabria, muy criticado y reconocido como uno de los edificios más feos de España. Siguiendo el paseo de Castelar  pasareis por el Puerto Chico con el palacete del embarcadero en uno de sus extremos. Más adelante, ya en el Paseo de Pereda tendréis las originales esculturas de «Los raqueros», chapoteando en el Muelle de Calderón junto al Real Club Marítimo de Santander. Representan a la chiquillería desfavorecida que antaño se sumergía en las frías aguas del Cantábrico para recoger las monedas que transeúntes, pescadores o tripulantes les echaban. Esto lo he visto aún hoy en primera persona en el puerto de San Sebastián el año pasado, así que no parece algo del pasado (valga la redundancia).

Desde aquí veréis, a lo lejos un curioso edificio que os llamará la atención por lo enorme y lo moderno, se trata del Museo Botín, inaugurado en 2017, del arquitecto y Premio Pritzker Renzo Piano. Sus bajos y sus terrazas están llenas de gente sentadas en el muelle, charlando, disfrutando de las vistas. Os recomiendo subir a la terraza más alta, tendréis una panorámica perfecta de esta parte de la ciudad y de algunos de sus edificios más emblemáticos, como el impresionante Banco de Santander. Si el amanecer lo contemplamos desde el Sardinero, el atardecer os lo recomiendo desde aquí.

El casco antiguo de Santander sufrió un tremendo incendio en el 1941 que cambió la fisonomía de esta parte de la ciudad, por lo que lo que queda no es realmente antiguo, pero os gustará igualmente caminarlo. Por último, os recomiendo pasear el entorno de la Catedral Nuestra Señora de la Asunción, su plaza porticada y visitar su zona de tiendas para disfrutar de su excelente gastronomía en los numerosos restaurantes de la zona.