Nacido el 1494 en Trebisonda, hijo de una concubina circasiana, Hafsa, y un padre famoso por su crueldad y su falta de escrúpulos, Selim I el Inflexible, Solimán llegó al poder en 1520.

Durante su sultanato, paralelo en el tiempo con el reinado de Carlos V de España y Francisco I de Francia, participó en trece grandes campañas militares, diez en Europa y tres en Asia, que jalonaron la extensión del poder y del territorio imperial, el cual se consolidó en el Mediterráneo, se extendió por Europa, al tiempo que se dotaba de una estructura política y administrativa y alcanzó un gran desarrollo artístico y cultural comenzando con él una de las épocas más esplendorosas en la historia del Imperio Otomano.

El padre de Solimán, Selim I, conquistador de Siria, Arabia y Egipto, adoptó el título de califa tras la toma de La Meca. A su muerte, acaecida en 1520, su temerario hijo Solimán, presente en numerosas batallas que no dudaba en encabezar, heredó el título, tomando las riendas del Imperio para catapultarlo al máximo poderío de toda su historia merced a una política de expansión en Europa jalonada por tres importantes victorias. En 1521 conquistó Belgrado; al año siguiente, en la isla de Rodas, consigue la capitulación de los Caballeros Hospitalarios de San Juan, (con lo que a partir de entonces el tráfico marítimo veneciano y genovés queda bajo su control)  y, por último, con su victoria en la batalla de Mohács, acaba con la independencia de Hungría e impone en el trono a Juan Zapolya, vasallo del Imperio Otomano.

 

Su personalidad

Descrito como un hombre de presencia imponente, con una estatura superior a la de sus coetáneos, nariz aguileña y unos intensos ojos negros, Solimán, no obstante,  se aplicó en ser lo menos parecido a su antecesor. En Europa, la sola mención de sus ejércitos causaba el terror de la cristiandad, sin embargo, a pesar de sus reconocidas habilidades para la guerra, que le permitieron ampliar aún más las fronteras de su imperio, en Oriente, Solimán era conocido como Solimán el Legislador (Kanuni). Político hábil, astuto, diplomático, calificado como uno de los mayores estadistas de la época,  el sultán desarrolló una importante actividad legislativa y reformadora con el propósito de mantener el orden en un imperio en el que convivían más de veinte pueblos distintos y diversas religiones. Un imperio fuertemente centralizado que estableció por primera vez relaciones diplomáticas regulares con otros estados.

Tampoco era Solimán un hombre intransigente en materia religiosa, el conjunto de sus leyes resultaba de una aplicación moderada del Corán. Además reformó la administración civil y militar, bajó los impuestos y no dudaba en destituir, e incluso sentenciar a muerte a aquellos funcionarios que le traicionaban o que eran corruptos.

Otro aspecto de su personalidad fue el amor por la cultura, especialmente le interesaba la historia, las matemáticas, la lectura de poesía, la astronomía, y la música. Él mismo dedico numerosos poemas a su amada Roxelana, por la cual renunció al harén imperial de Topkapi, que contaba en su época con más de 300 concubinas, y con la cual se casó, un hecho sin precedentes en la dinastía otomana. La ciudad de Constantinopla floreció como centro cultural y cosmopolita del mundo conocido, y su riqueza y posibilidades atraía como un imán a artistas  de todos los territorios en busca de mecenazgo.
Bajo su sultanato se restauraron monumentos, vías de comunicación, y se embellecieron las ciudades. Puede decirse que el esplendor de su imperio le sobrevivió a él durante muchos años gracias a su impulso.

 

La guerra

Pero ningún imperio se mantiene sin ir a la guerra. Los estados europeos temían la llegada de la primavera pues significaba una cosa: amenaza. En la primavera se activaban las campañas militares del gran turco. Solimán acampó ante Viena en el 1529 y ante Bagdad en 1535, tomando la segunda de estas ciudades. La primera necesitó de una gran alianza de numerosos estados cristianos para no ser tomada, y de la organización de cruzadas.

En su máximo esplendor, entre los siglos XVI y XVII, el imperio otomano se expandía por tres continentes, ya que controlaba una vasta parte del Sureste europeo, el Medio Oriente y el norte de África: limitaba al Oeste con Marruecos, al Este con el mar Caspio y al Sur con Sudán, Eritrea, Somalía y Arabia. El Imperio otomano poseía 29 provincias y numerosos estados vasallos,  y Albania, Grecia, Croacia, Chipre, Malta, Rodas, Moldavia, Transilvania, Valaquia y Crimea.

La decadencia otomana comenzó después de la muerte de Solimán el Magnífico, en 1566. Selim II, su hijo en común con Roxelana, de hecho pasó a la historia como Selim el borracho. Pero en realidad, hay historiadores que piensan que él mismo fue el causante de la misma, al establecer por vez primera un hecho sin precedentes. Todos los sultanes anteriores eran guerreros y belicosos, comandaban sus tropas y pasaban una parte significativa de su vida en el campo de batalla, pero esto empezó a cambiar al permitir que Roxelana le aconsejase en temas de estado, y le fuese apartando de la vida militar ante la consciencia de que todo lo que ella misma había conseguido y lo que esperaba para sus hijos en común se desvanecería el día que él falleciese.

Se iniciará con su sucesor una sucesión de sultanes más acomodados, educados en los harenes, ajenos de la vida militar o siquiera del gobierno práctico del imperio, que relegaban las tareas de gobierno en los primeros visires, o en personas de su confianza, incluso hubo un periodo conocido como el sultanato de las mujeres, una época en que la política del imperio estuvo dirigida por las favoritas, generalmente extranjeras, de los sultanes. Todos estos factores y otros más complejos a la larga provocaron la descomposición del mismo.

Su muerte, sucedió durante una expedición militar a los Balcanes. Su edad ya avanzada, no le permitió soportar los rigores del viaje, falleciendo en el año 1566. Ésta fue mantenida en secreto durante tres semanas para evitar desórdenes en el ejército y para dar tiempo a que el príncipe Selim II se hiciera cargo del trono.

Su tumba, para aquellos que sientan interés, se encuentra en un pabellón anexo a la Mezquita que tiene su mismo nombre en Estambul, una de las mezquitas más espectaculares de la ciudad  junto a los restos de su amada Roxelana.

Parte de la Bibliografía Extraído de Biografias y Vidas.

 

 


 

Ana Morales

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