No es muy original comenzar esta entrada diciendo que Vejer de la Frontera es considerado uno de los pueblos blancos más bonitos de Cádiz y también de Andalucía, pero casi es obligado hacerlo. Llamada Bexer por los musulmanes, la ciudad fue de mano en mano hasta que se rindió frente a las huestes de Fernando III en 1250.

Desde la lejanía, este pueblo de casas encaladas deslumbra al sol, coronando un peñasco elevado más de 200 metros sobre el nivel del mar que muy probablemente la hizo inexpugnable en los siglos pasados, cuando estas tierras de la frontera granadina formaban parte de la corona de Castilla y eran denominadas como Tierra de Nadie.
También era conocida como la Banda Morisca, las poblaciones de Cádiz, Sevilla, Córdoba y hasta Málaga que en su topónimo llevan “de la frontera” hacen alusión a esa frontera con el reino nazarí de Granada, objeto de deseo de castellanos y musulmanes.

Formar parte de este territorio fronterizo significaba por un lado estar en una zona de gran importancia política, económica, religiosa, militar y cultural, al tiempo que durante dos siglos fue el límite europeo entre el cristianismo y el Islam. Tierras de intercambio económico, artístico y cultural, que fue elemento clave en la formación de la identidad andaluza y en la formación de la visión del Islam en España.

Como todo enclave fronterizo, su fisionomía actual es fruto de una compleja mezcla de influencias, aunque la más patente para cualquier visitante, es la estética de inconfundible raíz árabe-andalusí, más parecida a poblaciones rifeñas como Chefchaouen que al típico enclave-fortaleza castellano. De hecho, cuando conocí Chaouen me contaron una leyenda de porqué esta localidad es similar a Vejer. Si es verdad o no, la dí por buena porque es una historia romántica la que une ambos poblaciones, Vejer y Chefchaouen.
“Cuando la presión de los reinos cristianos amenazaba al reino andalusí, Mulay Alí ben Rachid, primo del líder religioso marroquí Abi Joumâa, acudió a Al-Andalus con un grupo de mujjahidins para defender a los nazaríes. Su campaña no tuvo éxito pero en Vejer se enamoró de la Lalla Zhora (Catalina Fernández, una noble castellana convertida al Islam), y la llevó con él de vuelta a Marruecos. Allí, para paliar la añoranza de Zhora por su ciudad natal, Mulay Alí levantó Chefchaouen a imagen y semejanza de Vejer”.

Aviso de que debido a su enclave estratégico, Vejer es un pueblo muy empinado, con casas construidas en distintos niveles, con un trazado urbano de callejas tortuosas y casas encaladas. Pero también de que sus recoletos rincones, donde la sombra es una bendición, están punteados de vestigios fenicios, romanos, árabes y cristianos llenos de historia. Por ello diría que sus calles son su mejor monumento. Qué más se puede pedir? Pintoresco? Sí. Pero auténtico también.
Declarado conjunto histórico-artístico, de su población a lo largo de la historia nos hablan su barrio judío, su Iglesia/mezquita del Divino Salvador, (construía como en tantas y tantas ocasiones sobre la antigua mezquita de la cual se conserva el alminar), testimonio de sus antiguos moradores. Su Castillo del S. X-XI que perteneció a Guzmán el Bueno y sus murallas, de dos metros de grosor que la rodean y a las cuales es posible subir en algunos de sus tramos. De estas murallas, algunas torres defensivas, como la del Mayorazgo o la de la Corredera, permanecen en pie. A la torre del Mayorazgo, junto a la bella casa del mismo nombre se puede acceder, las vistas os encantarán.

Las raíces musulmanas de Vejer de la Frontera (Cádiz) son evidentes no solo en su arquitectura sino en su cultura y tradiciones. Posiblemente cuando os crucéis con la estatua de la Cobijada en el mirador de la calle Trafalgar penséis que es una muestra de esa huella musulmana, sin embargo, contra todo lo que podamos creer, a pesar del parecido estético de la cobijada con un burka, chador o con el hayek, el origen del cobijado hunde sus raíces en la Castilla profunda. Habitual en la Corona de Castilla en los siglos XVI y XVII, en su origen el traje estaba reservado a las clases altas; conservar una tez pálida siempre fue un símbolo de nobleza que diferenciaba de aquellas otras que perteneciendo a las clases populares, se veían obligadas de trabajar de sol a sol. El sayo en tres piezas, austero y negro ala de cuervo cubría completamente el cuerpo dejando solamente al descubierto un ojo. Esta vestimenta fue muy tradicional entre las mujeres de los pueblos de la Janda y el Campo de Gibraltar hasta bien entrado el siglo XX, hasta que tras la guerra civil se prohibió porque podía enmascarar delitos.

El callejón de las monjas está en la Calle Judería, que nos adentra en el barrio judío de Vejer, junto al Museo de Costumbres y Tradiciones populares. Es el rincón desde el que tendréis la fotografía perfecta de esta localidad, la buscada postal de casas encaladas y cielo azul enmarcada por sus arcos. En el Mesón de la judería podéis disfrutar de bonitas vistas panorámicas. También os dará imágenes de postal el mirador de la calle Trafalgar.

Un punto neurálgico, sin duda de Vejer, es su plaza de España, también conocida como la plaza de los pescaitos por sus vistosos azulejos sevillanos. En torno a ella, a su colorida fuente de azulejos, se encuentran algunos de los lugares más agradables de la ciudad tanto para cenar como para hospedaros, La Casa del Califa, con su 100% recomendable restaurante marroquí está a escasos metros. Pero lo cierto es que en Vejer se come muy bien, con la excelencia que uno no espera encontrar en una localidad tan pequeña y que sorprende más que agradablemente. En la misma plaza comprobareis que es posible comer de primera a pesar de ser un lugar turístico, es súper agradable degustar un vermú casero o cualquiera de los platillos que nos ofrece el restaurante Garimba Sur, o la vinoteca Trafalgar.

Y, a poco más de 9 kilómetros está el Oceano Atlántico, que baña el término municipal y permite a Vejer presumir de ser pueblo con mar, que no marinero. He dicho antes que Vejer está en alto, a unos 200 metros sobre un promontorio, pero lo que no he dicho es que Vejer también tiene una de las Playas más espectaculares de Cádiz, me refiero a la playa del Palmar. Estas playas, de arena blanca, vecinas a las de Conil, son ideales para caminar kilómetros, hacer surf y también para ir con niños, pues a pesar de ser océano, no hay mucha profundidad cerca de la orilla, y, suelen ser playas muy tranquilas. Y como colofón a una estancia en Vejer, comentar la cercanía de la localidad a la ruta de los pueblos blancos de Cádiz, de Tarifa con las ruinas romanas de Baelo Claudia, de Conil de la Frontera, etc etc.